Nombre: Patricio Chacón Moscatelli
Ubicación: Providencia, Santiago, Chile

Ingeniero Civil Mecánico (E) de la U. de Concepción, Egr. 1967, Maître en Cienc. Sociales, Mención Etica, Arcis Paris XII Val de Marne, 1998, dos hijos, uno de ellos con fuerte retraso mental. Por favor ignorar los "datos" del horóscopo y del año zodiacal. Los agrega el programa, sin mi permiso.

viernes, marzo 24, 2006

Tesis Capítulo II

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CAPITULO II
El sistema conceptual ético-moral de Piaget.

II.1. Introducción.

Según nuestro plan de trabajo, corresponde en este Capítulo hacer la presentación detallada del sistema conceptual de Piaget, en lo que se refiere a las materias ético-morales.

Todas las personas mantienen un conjunto de construcciones paradigmáticas tácitas de la función ético-moral --las acepciones "normales" sobre lo que "es" lo ético-moral--, que corresponde aproximadamente a las construcciones paradigmáticas acerca de esta función que son de dominio público de la sociedad en que viven, también tácitas, y que, como la gran mayoría de las construcciones paradigmáticas que mantenemos y usamos --nuestras creencias habituales--, son utilizadas en rutinas no conscientes, con breves y esporádicas ocasiones en que las aplicamos en rutinas conscientes.

Intentaremos analizar la función psicológica ético-moral planteada por Piaget mediante algunas categorías de análisis definidas de modo tal que constituyan un sistema conceptual lo más coherente, organizado sistemático que nos sea posible, que represente y describa adecuada mente los fenómenos del dominio ético-moral que ocurren en la realidad, y que sea también coherente con el estado actual de otras construcciones paradigmáticas referidas al comportamiento humano. Es decir, una construcción paradigmática "artificial" de características semejantes a los sistemas conceptuales científicos, coherente con otros sistemas conceptuales científicos actualmente vigentes.

Consideramos que es posible afirmar, y hasta demostrar eventualmente, que las construcciones paradigmáticas de la función ético-moral de uso público actuales están muy lejos de llenar los requisitos recién planteados
[1]. No constituyen un sistema conceptual coherente, ni organizado ni sistemático, no son coherentes con otras construcciones paradigmáticas existentes acerca del comportamiento humano que sí pueden ser consideradas científicas y, en muchos sentidos no describen ni representan adecuada ni completamente los fenómenos del dominio ético-moral que ocurren en la realidad. Por todo lo cual contribuyen muy poco, y hasta perjudican, en el mejoramiento de la capacidad de adaptación de las personas, o, lo que es equivalente, a mejorar la calidad de las relaciones sociales y la correspondiente calidad de vida de las personas.

II.2. Características básicas de la actividad ético-moral.

Definiremos a continuación las principales características de la actividad ético-moral, qué es lo que entenderemos en esta Tesis por «función psicológica ético-moral», el dominio que abarca dicha función psicológica básica y destacaremos el carácter eminentemente social de toda actividad ético-moral.

II.2.1. La actividad ético-moral es una función psicológica básica.

Entendemos por función psicológica ético-moral (Cf. Anx-II) al conjunto de habilidades y capacidades humanas que dicen relación con la evaluación, decisión y acción ético-moral.

Estas habilidades y capacidades, ejemplos escogidos entre muchas otras de este dominio, comprenden la aceptación, elaboración y actualización de las construcciones paradigmáticas conocidas como reglas o normas ético-morales, los valores ético-morales, las escalas valóricas ético-morales, que ordenan los valores antedichos, y los códigos ético-morales, así como sus aplicaciones a la práctica en las correspondientes evaluaciones ético-morales de acciones reales o hipotéticas, las decisiones y acciones ético-morales, la selección, aplicación y aceptación de sanciones, así como los aprendizajes correspondientes.

Consideramos que esta función psicológica es básica por cuanto comparte con las otras funciones psicológicas básicas (Cf. Anx-II) -como el percibir, el emocionar, el razonar, el desear y otras como ellas- las características de ser permanentes -está siendo ejercida sin interrupción, de modo consciente o no consciente-, de ser inevitables –no nos es posible dejar de ejercerlas-, y además, de interactuar con las demás funciones psicológicas básicas reticular y recursivamente –es “afectada” por y “afecta” a todas las otras funciones-. Estas consideraciones son válidas al menos para los períodos de vigilia.

II.2.2. Dominio de la función psicológica ético-moral.

Tal como parece ocurrir con las otras funciones psicológicas básicas -salvo el percibir-, estas capacidades se desarrollan una vez pasado el período inicial de la primera infancia, etapa que, por lo mismo, se considera como preética y premoral.
Pero de allí en adelante, toda vivencia humana está relacionada de algún modo con esta función psicológica. Tanto si se trata de vivencias en que la atención se focaliza en dicho aspecto del vivir -actividad ético-moral consciente- como cuando la actividad ético-moral está siendo vivida de manera no consciente, implícita o tácita, siempre regulando las interacciones del sujeto, mientras que la atención se focaliza en otro aspecto del vivir.

Por las frecuencias relativas de uso de esta función psicológica, podemos decir que las vivencias ético-morales se efectúan, en su mayoría, en rutinas no conscientes, y que sólo ocasionalmente se usan rutinas conscientes (Cf. Anx-II).

Tal como lo hiciera Piaget en nuestro texto base {1}, restringiremos nuestros análisis en esta Tesis sólo a los períodos de vigilia.

II.2.3. Carácter social de la función psicológica ético-moral.

El carácter fundamentalmente social de la función psicológica ético-moral queda de manifiesto tanto por su origen como por el papel que desempeña en la vida humana.

Así como otras capacidades y habilidades humanas características de la especie, tales como el lenguaje, también esta función psicológica se origina por el carácter social de la relación de la persona con su medio, y hasta consigo misma. Las reglas y pautas, los valores, las escalas valóricas y los códigos -todos ético-morales- se establecen y actualizan socialmente, tan socialmente como los lenguajes. Basadas en una potencialidad biológicamente -genéticamente- establecida de la especie, las condiciones de entorno social, en conjunto con la actividad del sujeto, posibilitan el desarrollo de estas capacidades y habilidades.

La influencia del entorno social se hace aun más evidente en los casos en que dicho medio resulta insuficiente e inadecuado, produciendo entonces deformaciones y limitaciones de la evolución ético-moral, que pueden llegar a ser muy graves.

Esta idea del origen social de la función psicológica ético-moral coincide sin duda con la idea de que las personas estamos permanentemente haciendo una construcción social de la realidad, tal como afirman Berger y Luckman en su libro de igual nombre {15}, o, mejor aun y siguiendo a estos autores, «co-construyendo» la realidad socialmente, junto con las demás personas, en co-operación y co-laboración con todas ellas. Usaremos este término para destacar este carácter social de la función psicológica ético-moral.

En lo que se refiere al papel que desempeña la función psicológica ético-moral, podemos considerar que es precísamente la función ético-moral la que regula la relación social de las personas, es la que proporciona el contexto social a todas las demás funciones psicológicas, la que usamos para decidir el modo adecuado de relacionarnos con los demás, con nosotros mismos y con el medio ambiente, por lo que puede ser considerada la función psicológica socializadora. de los seres humanos.

Tal como ocurre con las otras funciones psicológicas, la función ético-moral es fuertemente influída, hasta determinada, por las otras funciones, psicológicas y/o biológicas, y se efectúa en el contexto de las construcciones paradigmáticas generales, además de ser, obviamente, dependiente de las construcciones paradigmáticas específicamente ético-morales, es decir, de las reglas o normas, de los valores, de las escalas valóricas y de los códigos ético-morales.

Por último, cabe agregar que esta función psicológica ético-moral es, como el resto de la vida psicosocial, una herramienta de adaptación -asimilación y acomodación-, en el sentido de Piaget[2], tanto al entorno social como al medio ambiente físico.

II.3. Conceptos básicos de la función ético-moral.

Una vez definida la función psicológica ético-moral, precisaremos ahora los principales conceptos que usaremos para el estudio de esta función psicológica. Ellos son las reglas, los valores, las escalas valóricas y los códigos, todos ellos ético-morales. También definiremos el concepto más importante de esta tesis, los Modos ético-morales y los aspectos constitutivos de dichos modos, los que sirven para distinguirlos unos de otros.

II.3.1. Las reglas, normas o pautas ético-morales.

Entenderemos por norma, regla o pauta ético-moral aquella construcción paradigmática que nos sirve para evaluar y/o decidir las acciones en la permanente relación con otras personas -reales o hipotéticas-, con nosotros mismos o con el medio ambiente.
Las reglas son, entonces, disposiciones normativas, que permiten reconocer las formas adecuadas, convenientes y debidas de actuar -así como aquellas que no lo son-, específicas para el tipo o clase de acciones a que se refieren[3].

II.3.2. Los valores o principios ético-morales

Las normas ético-morales son construcciones paradigmáticas que se mantienen -se recuerdan y se reelaboran- y tienen sentido en el contexto de abstracciones o generalizaciones de ellas mismas, los que se conocen con el nombre de valores o principios ético-morales, los que se co-construyen habitualmente en rutinas no conscientes.

Evidentemente, estos valores o principios ético-morales también son construcciones paradigmáticas, y dependiendo del Modo ético-moral usado, pueden servir para definir el sentido o espíritu de las reglas. En la vida cotidiana, algunas reglas simples son además consideradas principios.

II.3.3. Las escalas valóricas ético-morales.

El empleo de los valores en la vida real conduce a esporádicas pero inevitables contraposiciones entre diferentes principios, situaciones en las que las personas se ven en la necesidad de priorizarlos, unos por sobre otros. Esto lleva al establecimiento de listas de prioridad de los principios, que se conocen como escalas de valores, también co-construidas socialmente.

Es decir, los valores son organizados jerárquicamente en otras construcciones paradigmáticas más amplias, las llamadas escalas valóricas ético-morales, o simplemente escalas valóricas[4].

II.3.4. Los códigos ético-morales.

El mantenimiento o actualización de las reglas, valores y escalas valóricas que las personas realizan socialmente -en una co-construcción social- lleva a que las escalas valóricas se organicen eventualmente en construcciones paradigmáticas todavía más amplias, las que además contienen reglas o normas que regulan la formación y actualización de las normas, de los valores y de las escalas valóricas, las meta-reglas o reglas de segundo nivel, con lo que se constituyen en los llamados códigos ético-morales.

Tanto las reglas, los valores, las escalas valóricas como los códigos, por ser construcciones paradigmáticas sociales, son co-construidas permanentemente por la persona y su medio social. Al igual que otras construcciones paradigmáticas -tales como el idioma o lenguaje- son mantenidas y actualizadas casi siempre en modalidad no consciente, con algunas ocasiones, muy esporádicas, de discusión consciente, de plena focalización y hasta pública.

II.3.5. Las sanciones.

Entendemos por sanción aquella acción -física y/o psicológica- que se aplica y/o se considera apropiada y/o debida de aplicar a una o más personas a raíz de que hayan infringido reglas ético-morales.

Las sanciones también se conocen como «castigos», «penas», «consecuencias ético-morales». Pero estos diferentes nombres no constituyen sinónimos, a nuestro parecer, ya que implican diferencias importantes en el modo de comprender y vivir la actividad ético-moral, derivadas de los modos ético-morales.

Por lo tanto, daremos nuestra versión de los diferentes clases de sanciones -las sanciones de la ética primitiva y de la heteronomía, o expiatorias, y las sanciones de la autonomía o de reciprocidad- más adelante, luego de caracterizar los diferentes modos.

II.3.6. Los Modos ético-morales.

Según se desprende claramente de las investigaciones de Piaget ya mencionadas {1}, la función ético-moral es vivida por las personas de diferentes maneras o modos distinguibles entre sí, los que marcan con sus características las aplicaciones o vivencias ético-morales, los que denominamos Modos ético-morales.

Puede afirmarse que Piaget ha verificado empírica y teóricamente que existen tres diferentes modos ético-morales, distinguibles y característicos, que son:

a) modo de la anomía, pre-ético y pre-moral

b) modo de la heteronomía, o modo autoritario

c) modo de la autonomía, de la cooperación entre iguales diferenciados, o democrático.

Nos parece muy importante destacar desde ya que estos modos ético-morales son regularidades del comportamiento humano que se pueden distinguir y caracterizar, que son independientes de las reglas, normas, valores o códigos que intervengan o que estén involucrados. Y por lo tanto, en este sentido pueden considerarse también como independientes de la cultura en que se realicen.

En efecto, las mismas reglas, valores o códigos, aprendidos, construidos y/o aplicados según distintos modos ético-morales conducirán necesariamente a resultados prácticos completamente diferentes, tanto en sus efectos sociales como individuales. Damos en el Anexo III un par de ejemplos que confirman palmariamente, a nuestro entender, estas afirmaciones.

Por otra parte, es sabido que cada cultura tiene -y mantiene- sus maneras específicas de sentir y expresar el respeto -por las autoridades, por sí mismo y por los demás-. Es decir, en cada cultura se entiende -todos entienden- que cierta actitud es signo de respeto, actitud que en otras culturas puede tener significados diferentes, hasta de falta de respeto. Otro tanto puede decirse de los otros aspectos constitutivos de los Modos ético-morales. Pero en toda cultura el respeto -y los otros aspectos- se expresan de maneras conocidas, y pueden ser detectados de manera adecuada si se estudian tomando en cuenta las diferencias específicas de cada cultura para dicha expresión.

Los modos ético-morales se pueden distinguir más fácilmente por lo que hemos denominado sus aspectos constitutivos.

II.3.7. Los aspectos constitutivos de los modos ético-morales.

Cada modo ético-moral consiste, principalmente, en -y se distingue por- el uso de tipos, formas o modos característicos de:

a) aprendizaje, tanto práctico como teórico, de las reglas o normas.

Los tipos de aprendizaje -o meta-aprendizajes- que se pueden distinguir son los que hemos llamado «interiorización» e «Internalización», los que definiremos más adelante.

b) respeto que el sujeto siente y expresa por las demás personas, por las instituciones sociales y por sí mismo.
Los tipos de respeto usados por las personas, caracterizados por Piaget, son el «respeto heterónomo» y el «respeto autónomo», los que definiremos más adelante.

c) formación o construcción de escalas valóricas ético-morales,

d) formación o construcción de códigos ético-morales,

e) aplicación de los valores y códigos ético-morales,

f) elaboración, elección y aceptación de sanciones de un tipo específico como las preferidas.

Explicitaremos en qué consisten estos aspectos constitutivos, y cómo se diferencian -según el Modo ético-moral- a lo largo de la caracterización de cada uno de los Modos.

Estos son los aspectos constitutivos más importantes de los modos ético-morales; hay muchas otras formas de detectar y expresar los modos ético-morales, pero son más sutiles y mucho más difíciles de distinguir y caracterizar. Nos parece que, en muchos casos, las otras formas de expresión de los modos ético-morales son reductibles a estos aspectos principales.

II.4. Caracterización de los modos ético-morales.

Procederemos, entonces, a caracterizar cada uno de los modos ético-morales mencionados por Piaget, basándonos en dichos aspectos constitutivos y otras características generales propias de cada modo.

II.4.1. El modo pre-ético y pre-moral o anomía.

El modo pre-ético y pre-moral o anomía es el que se caracteriza por la inexistencia, para el sujeto, de reglas o pautas de comportamiento de carácter normativo.

Las personas expresan este modo ético-moral cuando no utilizan reglas normativas -ni siquiera implícitas o no conscientes- para realizar su actividad. Normalmente, este modo se origina por desconocimiento del ámbito de actividad en que está viviendo la persona o en su incapacidad psico-biológica para utilizar reglas normativas.

Como se comprenderá, las personas que experimentan vivencias en este modo ético-moral, tampoco sienten la existencia de valores, escalas valóricas o códigos del tipo ético-moral, ya que estas son construcciones paradigmáticas complejas, derivadas de las reglas o normas, ya sea por abstracción y/o generalización y/o sistematización. Por consecuencia, tampoco tienen sentido ético-moral, para estas personas, las sanciones que corresponderían a estas reglas hipotéticas.

Cabe acotar que la anomía, usada mayormente por los infantes en sus primeros meses y hasta años -en algunos ámbitos de actividad- o de personas fuertemente minusválidas, no es exclusiva de ellos. También suele ser usada por adultos normales en aquellos ámbitos de actividad que les son extraños al punto de no conocer sus normas básicas de convivencia -claramente ético-morales-, sobre todo cuando este desconocimiento es mantenido por dificultades graves de comunicación con quienes se encuentra. Es el caso de personas, por ejemplo, chilenas que se encuentran solas en un país asiático, desconociendo el idioma y costumbres. El uso de la anomía sólo se mantendría, obviamente, en tanto no cambien las condiciones antedichas.

II.4.2. La heteronomía ético-moral o Modo autoritario.

Veremos a continuación las características más importantes del Modo autoritario o Heteronomía ético-moral.
La heteronomía ético-moral o modo autoritario es el modo ético-moral en el cual las personas, de manera habitual y recurrente:

II.4.2.1. utilizan la interiorización -definida más adelante- para el aprendizaje práctico y teórico de las reglas o normas, para la construcción de los valores ético-morales, de las escalas valóricas ético-morales y de los códigos ético-morales.

II.4.2.2. en este modo ético-moral tanto el aprendizaje como la aplicación práctica cotidiana de las reglas, valores y códigos ético-morales está fundada en el respeto heterónomo -definido más adelante-, y las sanciones elegidas y/o aceptadas son las sanciones expiatorias o autoritarias -definidas más adelante-.

II.4.2.3. usan de preferencia la «responsabilidad objetiva», según la cual se considera que una falta es de gravedad proporcional a la gravedad de las consecuencias o daños producidos, con especial atención por los resultados materiales, independientemente de las intenciones del infractor. En este modo se confunde un error -malas consecuencias con intenciones buenas o neutras- con un acto malintencionado o falta, considerándolos como igualmente punibles[5].

Asociada a esta forma de responsabilidad se observa una marcada preferencia por el uso de la «igualdad estricta», rigurosa, independientemente de las circunstancias, en claro desmedro de la equidad.

II.4.2.4. la «responsabilidad colectiva y/o comunicable», consistente en considerar culpable o responsable a todo un grupo o conjunto -social, étnico, etc.- por las faltas o agravios cometidas por o atribuidas a uno o más de sus miembros, identificados o no[6]. Estas nociones son las que soportan las vendettas y las represalias, de todo tipo y en cualquier ámbito de actividad, el castigo de un grupo o conjunto completo por una falta individual –todavía usado en medios pedagógicos “modernos”, en especial cuando el culpable no ha sido identificado- e incluso las numerosas variantes del concepto «pecado original» de algunas creencias religiosas actuales.

II.4.2.5. las personas manifiestan la creencia en la «justicia inmanente», según la cual se piensa que agentes externos superiores -como la naturaleza, el azar, la ley, el destino, dioses, etc.- se encargan de sancionar o hacer pagar las faltas cometidas por las personas, aunque sean secretas[7]. Un ejemplo clásico -en plena vigencia y muy extendido- es el de la "justicia divina". Otro ejemplo, de plena vigencia y considerable extensión, es la idea de "karma", un tipo de "deuda" o castigo contraído por una persona en vidas pasadas, karma habitualmente no conocido por el afectado pero que podría conocerse, y que se mantendrá mientras la deuda no se cancele. Un karma podría también "adquirirse" en la vida presente.

II.4.2.6. las personas evidencian la fuerte tendencia al uso ambivalente de la «sumisión» y la «dominación» en las relaciones sociales. Se tiende a actuar sumisamente con aquellos considerados como "superiores", aceptando su dominación como "natural", y, a veces simultáneamente, a ejercer la dominación sobre aquellos considerados "inferiores" o subalternos, a quienes se exige sumisión, también como respuesta "natural"[8].

Esta es una de las expresiones de la preocupación por el eje «poder-debilidad», en que «poder» se entiende en su acepción de «dominación de una persona sobre otra» y «debilidad» en su acepción de «sumisión de una persona a otra», la que también se expresa por la necesidad de contar con un líder autoritario, al que se admira y simultáneamente se teme, y el interés permanente por la “lucha por el poder”[9].

Esta tendencia autoritaria podría explicar el sentido profundo de la expresión «líder natural», utilizado ampliamente en los ámbitos de actividad en los que predomina este modo o el de la ética primitiva.

II.4.2.7. Las personas, cuando utilizan este modo, confunden habitualmente el significado de 'legal' y de 'legítimo', haciéndolos sinónimos. Esta confusión deriva de su aceptación acrítica de lo establecido en las leyes: en consecuencia, todo lo especificado en las leyes se torna legítimo, cualquiera sea la circunstancia[10].

II.4.2.8. Una de las virtudes característica de este modo es la caridad, forma de generosidad "interesada", por cuanto el objetivo es cumplir un mandato de la autoridad superior externa y/o congraciarse con esa autoridad superior externa "haciendo mérito" a sus ojos. También se utiliza para "pagar las culpas", tanto propias como ajenas: en este último caso la creencia está asociada con la "responsabilidad transmisible", en una especie de "descargo de culpas transmisible"[11].

II.4.2.9. Es propio de este modo el rechazo a las diferencias, entendido como la tendencia a focalizar la atención en las diferencias y desigualdades entre las personas y grupos, descalificándolas, privilegiando la posición, y/o visión y/o características propias o del endogrupo -o grupo propio- en perjuicio de las externas o de los exogrupos -o grupos ajenos-. Esta tendencia nace en las dificultades del ego y sociocentrismo para "ver" o imaginar el punto de vista de los demás, por confusión del pensamiento propio, o de lo propio, con el resto[12]. De aquí nacen las tendencias a los etnocentrismos o xenofobias, de las que el racismo y el machismo son sólo algunas de sus expresiones.

II.4.2.10. la tendencia a aceptar la «violencia psicológica» y la consecuente «agresión psicológica» -incluidas las formas económicas de la violencia y la agresión- como formas lícitas de solución de conflictos de intereses y de relación social.

II.4.2.11. Las personas muestran facilidad para llegar, en casos esporádicos y/o calificados de extremos, a justificar -por los medios de razonamiento heterónomo propios de este modo ético-moral- la utilización de la violencia y agresión físicas como medio lícito y/o conveniente y/o necesario de relación social[13].

II.4.2.12. Las personas que usan este modo ético-moral están fuertemente influidas -y hasta determinadas- por las formas ego y sociocéntricas, en el sentido de Piaget, de entender la sociedad y la posición de uno mismo en ella[14].

Estas son sólo las características principales de este modo ético-moral, ya que este modo también se expresa por muchas otras formas de actuar, más sutiles y difíciles de distinguir y caracterizar.

II.4.3. La ética primitiva.

La ética primitiva es un modo ético-moral que Piaget menciona al pasar, con muy poco detalle, sin profundizar en su análisis, por considerarlo extinto al momento de su investigación, y como una variante de la heteronomía[15].

II.4.3.1. La ética primitiva consiste, según Piaget, en una agudización de la heteronomía, por lo que se darían en este modo todas las características del autoritarismo -desde la II.4.2.1 a la II.4.2.12- además con mayor fuerza.

II.4.3.2. La característica que, según Piaget, permite diferenciar claramente a la ética primitiva del autoritarismo es la aparición de un «fuerte sometimiento del sujeto al grupo de "elegidos"» del que forma parte.

II.4.3.3. Este modo está generalmente asociado a «ritos iniciáticos» a los que se somete a los postulantes al grupo de elegidos, de preferencia en la pubertad, con características de pruebas rigurosas y/o dolorosas -psíquicas y/o físicas-, obligatorias e ineludibles, con aspectos secretos y misteriosos. Estos ritos iniciáticos serían los que marcarían el comienzo -y también ayudarían a dar origen- a los sentimientos de pertenencia y sometimiento del sujeto al grupo de elegidos.

II.4.3.4. Contra la opinión de Piaget, postulamos que este modo ético-moral ha estado y está en operación permanente en la actualidad, en casi todos los países y en numerosos ámbitos de actividad. Incluso si se consideran las características de este modo que Piaget plantea. (Cf. Capítulos IV y V).

II.4.4. La autonomía ético-moral, modo de cooperación entre iguales o modo democrático [16].

La autonomía ético-moral, modo de cooperación entre iguales o modo democrático es el modo ético-moral se caracteriza por el uso sistemático y recurrente de las siguientes actitudes y comportamientos.

II.4.4.1.- Usa la «internalización» -definida más adelante- para la creación, actualización y el aprendizaje práctico y teórico de las
reglas, los valores, las escalas valóricas y los códigos ético-morales.

II.4.4.2. En este modo ético-moral la aplicación práctica cotidiana de las reglas, valores, escalas valóricas y códigos ético-morales está fundada en el «respeto autónomo» -definido más adelante-, y las sanciones elegidas y/o aceptadas son las sanciones de reciprocidad o democráticas –definidas más adelante-.

II.4.4.3. Se utiliza, con marcada preferencia, la «responsabilidad subjetiva», según la cual se considera que una falta es de gravedad proporcional a la gravedad de las intenciones del infractor, independientemente de las consecuencias o daños producidos, ya sean resultados materiales o psicológicos. En este modo se distingue claramente un error -malas consecuencias con intenciones buenas o neutras- de un acto malintencionado o falta. Es importante destacar que esta preferencia es un claro y muy significativo avance evolutivo con respecto a la responsabilidad objetiva del punto II.4.2.3.- anterior.(Cf. p 29)
Junto con esta forma de responsabilidad aparece la «equidad», forma de igualdad moderada por la consideración de circunstancias que aconsejan desviarse de la igualdad estricta y rígida[17].

II.4.4.4. la responsabilidad individual, según la cual cada persona responde por sí misma e independientemente de los grupos sociales a los que pertenece. Se rechaza la responsabilidad colectiva y/o comunicable. Se considera injusto que alguien sufra consecuencias negativas por el sólo hecho de pertenecer a un grupo social determinado[18].

II.4.4.5. las personas que usan este modo ya no creen en la existencia de la justicia inmanente[19], en ninguna de sus formas.

II.4.4.6. quienes usan este modo muestran la tendencia a usar la cooperación y la solidaridad entre iguales en las relaciones sociales. Los jefes y los subalternos son considerados como iguales en cuanto personas, pero que tienen funciones -temporales generalmente- que les autorizan a tomar decisiones que obligan a otros, muchas veces delegadas y siempre aceptadas voluntariamente por quienes están sujetos a ellas. Se prefiere la colaboración y la solidaridad de todos con todos y en la posibilidad de obtener ventajas mutuas de su aplicación, sin que sea indispensable obtener beneficios personales siempre: aparecen la generosidad pura y el altruismo, sin dobles intenciones, por el solo placer de ayudar o complacer[20], así como el compromiso –exento de fanatismos- de las personas con su grupo, un proyecto común, la propia conciencia o una causa.

II.4.4.7. En este Modo se da la tendencia a focalizar la atención en las semejanzas e intereses comunes de las personas y grupos, con la orientación de aceptarlos como iguales y colaboradores, considerando las diferencias y desigualdades como ocasiones privilegiadas para aplicar la cooperación entre iguales -cada cual se hace cargo de lo que conoce y hace mejor, que también habitualmente le gusta más- y de obtener de la colaboración y la solidaridad las ventajas de la sinergia para todos.

Evidentemente, en este modo se rechaza todo tipo de discriminación como injusta e inconveniente[21].

II.4.4.8.- En este modo se evidencia la tendencia a utilizar el razonamiento respetuoso en conjunto con los demás, la comprensión reflexiva de todos los puntos de vista y la consideración de todos los intereses, y el auto-convencimiento, tanto propio como el ajeno, como las formas preferidas de solución equitativa de conflictos de intereses y de relación social. En este modo se prefiere la discusión respetuosa y por lo tanto se tiende a la utilización de la no-violencia activa frente a situaciones de conflicto grave, rechazando toda forma de violencia y de agresión[22].

II.4.4.9. El uso de este modo ético-moral está basado en formas des-centradas -respecto de sí mismo y de la sociedad propia- en el sentido de Piaget, de entender la sociedad y la posición de uno mismo en ella[23]


Estas son sólo las características principales de este modo ético-moral, ya que este modo también se expresa por muchas otras formas de actuar, más sutiles y difíciles de distinguir y caracterizar; además, probablemente, utilizadas con menor frecuencia.

Notas
[1] Las construcciones paradigmáticas de uso público sobre la función ético-moral están impregnadas con los mitos habituales acerca de la misma. Hemos analizado algunos de estos mitos en “El tema ético-moral, un gran ausente”.{21}
(Para volver al texto, pinchar el Nº de la nota)

[2] Véase Piaget, J. “Biología y conocimiento” {4}

[3] En este trabajo usaremos indistintamente las tres palabras, regla, norma o pauta, como sinónimos, y, por razones de economía, nos abstendremos de agregar «ético-moral», que define su carácter específico y que las diferencia de los muchos otros tipos o clases de reglas, normas o pautas que usamos los seres humanos. También omitiremos eventualmente «ético-moral» en otros términos usados aquí, por iguales razones.

[4] Véase en Piaget, J. “Estudios sociológicos” {3} un amplio estudio de los valores y de los otros conceptos conexos.

[5] Véase Piaget, J. “El criterio...”{1} ps. 91-164 y Chacón P. “¿Podremos...”{18} ps 60-74.

[6] Véase Piaget, J. "El criterio.." {1} ps 196-210 y Chacón P. "¿Podremos.."{18} ps 90-96.

[7] Véase Piaget, J. "El criterio.." {1} ps 211-219 y Chacón P. "¿Podremos.."{18} ps 97-100

[8] Véase Anexo I "El autoritarismo visto por Adorno"

[9] Hemos realizado ya un trabajo de análisis del Poder, utilizando los conceptos de esta Tesis. Véase "El Poder y los Modos de Piaget", {25}.

[10] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 196-210. También tratamos con mayor detalle este aspecto de los modos más "primitivos" en "El poder y los Modos de Piaget" {25}.

[11] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 196-210.

[12] Véase Anexo I "El autoritarismo visto por Adorno".

[13] La idea del uso de la violencia física como un aspecto del autoritarismo es de Piaget: véase Piaget, J. “El criterio...”{1}, ps 211-219. Nuestra idea es que el uso de la violencia física es característica de la ética primitiva y no del autoritarismo; defendemos esta postura en el capítulo II, Parte I “Dos modos postpiagetianos”.

[14] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}. El ego y el sociocentrismo están estudiados con mayor profundidad y extensión en Piaget J. "Estudios sociológicos" {3} ps 76-91.

[15] Sobre la ética primitiva, véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 210-211 y Chacón P. "¿Podremos..." {18} ps 90-97 y 280-289.

[16] Estos son los nombres que asignó Piaget a este Modo, equivalentes entre sí. Véase Piaget, J. “El criterio...”{1}, ps 91-164.

[17] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 91-130

[18] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 196-210.

[19] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 91-130.

[20] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 195-210 y Chacón P. “¿Podremos...” {18} ps 235-241.

[21] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 196-210.

[22] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, ps 196-210.

[23] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1}, y Piaget J. "Estudios Sociológicos" {3}