Nombre: Patricio Chacón Moscatelli
Ubicación: Providencia, Santiago, Chile

Ingeniero Civil Mecánico (E) de la U. de Concepción, Egr. 1967, Maître en Cienc. Sociales, Mención Etica, Arcis Paris XII Val de Marne, 1998, dos hijos, uno de ellos con fuerte retraso mental. Por favor ignorar los "datos" del horóscopo y del año zodiacal. Los agrega el programa, sin mi permiso.

viernes, marzo 31, 2006

Tesis Capitulo III Dos Modos Ético-Morales Post Piagetianos -Parte 1

C A P I T U L O I I I Parte 1

DOS MODOS ÉTICO-MORALES POST PIAGETIANOS

III.1.- Introducción.


Este Capítulo está dedicado a la exposición de nuestros postulados.

En primer lugar, que el modo ético-moral de la Ética Primitiva no sólo no se ha extinguido, sino que está vástamente extendido en todas las sociedades actuales, y que, dadas sus características, es altamente conveniente distinguirlo claramente del autoritarismo, principalmente por el evidente interés que las sociedades actuales muestran en las posibilidades de erradicarlo -hasta donde sea posible-. Un mejor conocimiento de este modo, a nuestro juicio claramente distinto del autoritarismo, constituye la mejor de las vías para lograr este objetivo.

En segundo lugar, por la problematización de las características del autoritarismo y del modo democrático descritos por Piaget, en nuestra sistematización, así como por la observación directa de la realidad que nos rodea, nos ha parecido que entre ambos modos es posible distinguir otro modo, el del individualismo, con características propias, muy importante de distinguir por su actual preponderancia en las sociedades más "avanzadas" y en todo el mundo -por la influencia de las naciones del primer mundo- y por el actual fenómeno de la globalización, especialmente por el uso -y abuso- de este modo en los ámbitos de actividad que denominamos economía.

Los modos antedichos constituyen la hipótesis de trabajo para las investigaciones exploratorias que consignamos en el Capítulo IV.

Luego presentaremos nuestra visión de la evolución ético-moral individual, la que consideramos es válida al incluir los dos modos propuestos, la ética primitiva y el individualismo, y tomando en cuenta los resultados de nuestras investigaciones exploratorias.

Finalmente, expondremos las que a nuestro juicio serían las condiciones psicosociales más habituales en que los diferentes modos surgen con mayor facilidad, también basándonos en nuestras investigaciones exploratorias y observaciones asistemáticas previas.

III.2.- Vigencia del Modo de la Ética Primitiva.

En el texto base de este trabajo Piaget menciona varias veces lo que llama "la ética de los primitivos" o de las sociedades primitivas. Pero la gran mayoría de esas menciones son muy breves y como al pasar, siempre para aclarar el tema que trata. Salvo la cita que sigue, y que surge en el análisis de las respuestas de los niños sobre las nociones de responsabilidad colectiva y/o comunicable, las que a juicio de Piaget no corresponden a las concepciones clásicas de la responsabilidad comunicable de las sociedades primitivas, fuertemente asociadas a las sanciones expiatorias. Los párrafos a que nos referimos son los que siguen.

"Los resultados que hemos analizado son doblemente paradójicos en este sentido. Por una parte, la única responsabilidad colectiva en que creen nuestros niños (la responsabilidad aceptada por el grupo, que quiere afirmarse como solidario) se encuentra en los mayores y no en los pequeños. Por otra parte, la creencia en la sanción expiatoria predomina en los pequeños y desaparece precísamente en el momento en que se desarrolla esta solidaridad voluntaria."

"Pero todo se clarifica en la medida en que se comprende que la responsabilidad colectiva de las sociedades inferiores supone la reunión de dos condiciones que precísamente en el niño están disociadas: la creencia en la necesidad mística de la expiación y el sentimiento de la unidad y la solidaridad del grupo."

"El «primitivo» es un adulto que vive en sociedades organizadas. Por más que conserve, bajo la influencia de la gerontocracia, lo esencial de la moral de la presión, incluídas las nociones más intangibles de la justicia retributiva, tiene, por el simple hecho de la potente estructura del grupo, un sentimiento extremadamente fuerte de la participación de los individuos en la colectividad. La responsabilidad es, pues, colectiva al mismo tiempo que es objetiva y que la sanción es expiatoria."

"En el niño, por el contrario, hay que considerar dos fases. Durante la primera, la presión adulta desarrolla las nociones de responsabilidad objetiva, de sanción expiatoria, etc. La primera condición para que haya responsabilidad colectiva está realizada. Pero no lo está la segunda. Efectivamente, durante este estadio, el niño es esencialmente egocéntrico y, si experimenta una impresión de comunión estrecha con el grupo (el egocentrismo es por definición la confusión del yo y el otro), esta participación se establece con el adulto y el mayor. Por lo tanto, no podría haber responsabilidad colectiva."

"Durante la segunda fase, por el contrario, el niño se adentra en la sociedad de sus semejantes. En la clase y en la vida, se organizan grupos de iguales. O sea que existe la posibilidad de responsabilidad colectiva, y de hecho, el grupo se declara voluntariamente solidario del culpable en caso de conflicto entre éste y la autoridad adulta. Pero al mismo tiempo, la primera condición deja de realizarse: la moral de la cooperación sucede a la de la obligación, y desaparece la responsabilidad objetiva así como la creencia en la necesidad de las sanciones expiatorias. A partir de este momento no se puede hablar de responsabilidad colectiva propiamente dicha."

"En nuestras sociedades el niño, al crecer, se libera cada vez más de la autoridad adulta, contrariamente a las civilizaciones inferiores, en que la pubertad marca el inicio de una sumisión cada vez más profunda de los individuos a los ancianos y la tradición. Por ello, a nuestro entender, la responsabilidad colectiva no se halla dentro del cuadro de las reacciones morales del niño, mientras que esta noción es fundamental en el código de los éticos primitivos."[1]

Mientras estudiábamos cuidadosamente este trozo de Piaget, y poníamos en práctica una de sus repetidas recomendaciones -el analizar críticamente las afirmaciones que conocíamos, comparándolas con la realidad que podíamos observar-, pusimos a prueba su afirmación de que, en las sociedades actuales no se dan reunidas las dos condiciones que él menciona.

Luego de una sostenida búsqueda llegamos a la conclusión de que, en nuestras sociedades actuales había algunos ámbitos de actividad en los que parecía que sí se estaban dando las condiciones que Piaget consideraba ya inexistentes.

Nos pareció que uno de los ámbitos de actividad en que dichas condiciones se presentan no sólo ocasionalmente, sino que sistemática y sostenidamente, podrían ser casi todas las instancias en que se "instruye" a los miembros de las fuerzas armadas, de orden y a los guardianes de las cárceles. Y que los resultados de tales instrucciones no parecían diferenciarse mayormente de los que se "lograban" en las sociedades primitivas.[2]

Luego de varios años de cuidadoso análisis de estas afirmaciones de Piaget, así como de nuestras propias observaciones participantes, un tanto asistemáticas, -que incluyeron las de la vida carcelaria y sus diferentes "culturas", tanto de gendarmes como de presos, y también en horfanatorios-, hemos ido llegando a la conclusión de que la ética de las sociedades primitivas sigue operando, y masivamente, en las sociedades contemporáneas.

Otra razón que nos confirma la validez de nuestras ideas al respecto es que, cuando Piaget declara extinta dicha ética -y su correspondiente práctica o moral- aduciendo que "En nuestras sociedades el niño, al crecer, se libera cada vez más de la autoridad adulta, contrariamente a las civilizaciones inferiores, en que la pubertad marca el inicio de una sumisión cada vez más profunda de los individuos a los ancianos y la tradición.". Y que "Por ello, a nuestro entender, la responsabilidad colectiva no se halla dentro del cuadro de las reacciones morales del niño, mientras que esta noción es fundamental en el código de los éticos primitivos.", está ignorando que, en ciertos ámbitos de actividad que él no investigó, sí se daban las condiciones que él asigna a "los primitivos".

Debe notarse que Piaget no declara, en ninguna parte, que dicha ética no exista en la sociedad contemporánea a la fecha de sus estudios, pero pensamos que lo que afirma sí lo da a entender.

Por otra parte, llegamos a la conclusión de que, el asumir que la Ética Primitiva continúa operando en la actualidad, no se contradice con otro postulado básico de Piaget, aun cuando esté sólo implícito en su texto: nos referimos a la evolución ético-moral separada por ámbitos de actividad. Ya hemos visto que, desde la misma estructura de nuestro texto base, Piaget muestra esta característica del proceso de desarrollo ético-moral como fundamental del mismo. Por esta cualidad de este desarrollo, no existiría contradicción entre los hallazgos de Piaget con niños que están en escuelas públicas y lo que ocurre -y ocurría entonces- en la "capacitación" y entrenamiento de los miembros de las fuerzas armadas y de orden.

Por lo tanto, si Piaget realmente quiso decir que en su época la Ética Primitiva ya no existía por el hecho de no encontrarla en los ámbitos de actividad escolares, habría estado haciendo afirmaciones no fundamentadas, puesto que le habrían quedado muchísimos ámbitos de actividad que investigar. Además, no habría estado respetando sus claras afirmaciones –implícitas- del desarrollo separado por ámbitos de actividad.

III.2.1.- La Ética Primitiva y la violencia física.

Una vez convencidos de la posibilidad -tanto teórica como práctica- de que la Ética Primitiva fuera un modo vigente, nos pareció que quienes lo usan -soldados, policías, guardianes, delincuentes asumidos (tanto entre ellos como con sus víctimas), y también los terroristas de todo tipo- muestran una característica que bien valía la pena agregar a las que Piaget anota: nos referimos a la creencia de que el uso de la violencia física es una forma lícita de relación, de que es una manera aceptable de resolver los conflictos de intereses entre las personas, permanentemente.

Nos parece que este recurso a la violencia física ha sido una de las características más permanentes y significativas de las sociedades que hoy denominamos primitivas, violencia que no sólo se emplea para tratar con "los enemigos", que también se emplea con los amigos cuando no se avienen a aceptar nuestros requerimientos, y que se usa -y que se sigue usando- con los hijos o con el cónyuge cuando no acatan nuestros dictámenes o cuando "no quieren aprender" de "buenas maneras". Quienes aplican la Ética Primitiva siguen considerando, aun hoy, que al hacerlo no sólo están haciendo uso de un derecho, también -y muchas veces- están cumpliendo con un deber. Justificado, como se solía decir, con un "me duele más a mí -que te castigo duramente- que a tí -que sufres el castigo-, pero debo hacerlo."

Pensamos que la legitimación del uso de la violencia proviene, de entre muchas otras causas probables, de la aceptación de las sanciones expiatorias como necesarias para borrar la ofensa que significan las infracciones a las normas, por una parte, y también de la idea de que el "dolor enseña", que el sufrimiento físico asociado a ciertas conductas desaprobadas sirve para evitar la reincidencia, y mejor que la mejor de las explicaciones. Como rezaba un antiguo refrán, "la letra con sangre entra", en plena vigencia cuando nos encontrábamos en las antiguas Preparatorias (actual Educación Básica). Cuando, en aquellos años, se aprobó la ley que prohibía los "golpes didácticos" en la enseñanza chilena, fueron muchos los padres y apoderados que reclamaron contra tan absurdo dictamen, incluso entregando autorizaciones notariales para que a sus pupilos se les siguiera aplicando tan excelente método.

Los "usos didácticos" de los golpes -y de la humillación extrema consustancial a ellos- se sigue usando masivamente en la instrucción o «amansa» de animales, en todas las regiones de Chile, y, por lo que hemos averiguado, son prácticas heredadas de tan antiguo que numerosos viejos amansadores consultados recuerdan que sus abuelos usaban idénticos métodos: mantener amarrados, sin comida ni bebida por largos períodos, fuertes y dolorosos golpes repetidos previos a cualquier instrucción, todo a manera de "ablandamiento" que habría facilitado la amansadura.[3]

La antigüedad de la creencia en la capacidad didáctica de los golpes queda reflejada en los grabados egipcios de las pirámides, en los que aparecen personas con látigos y varillas. A lo menos, ya se usaba para los animales, y existen buenas razones para suponer que los utilizaban para "tratar" a los esclavos, y, ¿porqué no?, también para "enseñar" buenas maneras a los niños.

Como se verá en una de nuestras investigaciones exploratorias (Cap. III), los niños y niñas actuales recurren a formas violentas de relación cuando sus deseos son contrariados, de manera espontánea e inequívoca, tan pronto como comienzan a adquirir la capacidad de hacerlo: aun antes del comienzo del gateo. Adquieren en días habilidades sorprendentemente eficaces; empujones, tirones, rasguños, pellizcos, tirones de pelo, golpes fuertes y hasta mordiscos, todo acompañado de gritos y llantos rabiosos. Una vez que comprueban la eficacia de sus técnicas, escogen las mejores para cada uno de sus posibles rivales, las que aplican selectivamente cada vez que lo requieren.

Como hemos consignado en esta investigación, nos sorprendió lo pronto que comienzan estos usos de la violencia -suponíamos que aparecían casi junto con el lenguaje-, lo espontáneo y masivo de estos comportamientos -casi todos los infantes, salvo algunos muy tranquilos y/o débiles -por enfermedades- y/o temerosos- y lo amplio y violento de la gama de recursos desarrollados. También por lo recurrente del hábito, adquirido tan pronto como en sólo un par de ocasiones, e incluso, para muchos infantes, basta con una primera experiencia exitosa para que se acostumbren. Las Salas-Cuna, y con mayor razón los Jardines Infantiles, deben desarrollar y cumplir rigurosamente procedimientos estrictos para evitar estas peleas.

Esta tempranísima aparición espontánea de una Ética Primitiva infantil, que no parece tener otro motivo u objetivo que conseguir lo que se desea, nos sugiere que se trata de comportamientos tan espontáneos como el mismo gateo, es decir, comportamientos que están genéticamente establecidos y que se gatillan tan pronto como surgen las ocasiones propicias, generalmente ocasionadas y facilitadas por el mismo desarrollo físico. Esto último parece avalado por el hecho de que los infantes más fuertes y sanos parecen desarrollar esta Ética Primitiva infantil a edades más tempranas.

Otra serendipia[4] proporcionada por esta investigación es que, en los episodios de Ética Primitiva infantil, los infantes se concentran de tal modo en sus afanes violentos que dejan de mostrar la llamada empatía infantil, consistente en la vivencia de ciertas emociones motivadas o inducidas por igual emoción sentida y expresada por otros. Esta empatía infantil es aun más precoz que nuestra Ética Primitiva infantil, muy conocida por las "tías" de las salas cuna, y que comienza expresándose por llantos "provocados" por el llanto de uno de los infantes, el que "contagia" a todo el resto de una sala. Para esta empatía los infantes no necesitan ni siquiera ser capaces de gatear. En etapas posteriores, los infantes expresan la empatía también con otras emociones, tales como risas, cansancio, etc.

Cuando un infante consigue sus objetivos por medios violentos, su contrincante queda muy afectado, llorando y quejándose amargamente. El vencedor -niño o niña- se muestra habitualmente muy satisfecho de sus logros y se tranquiliza muy rápidamente -por fuerte que haya sido el episodio-, sin mostrar asomo alguno de empatía por las fuertes emociones del otro. Esto demostraría la fortaleza de la Ética Primitiva, que sobrepasa a la empatía, adquirida y practicada desde muchos meses antes.

Esta indiferencia extrema por los sufrimientos ajenos e infligidos por uno mismo en episodios de expresión de Ética Primitiva se sigue observando en los adultos que utilizan este modo, en especial cuando se usa para torturar, y ha sido descrita en múltiples ocasiones, tanto en relatos periodísticos como en trabajos literarios, teatrales y otras expresiones artísticas.

Por relatos históricos citados por N. Elias y E. Dunning [5], pareciera que el placer obtenido por el ejercicio de la violencia o por la observación de tal aplicación data de muy antiguo. En efecto, en ambos libros citados se da cuenta de "espectáculos" consistentes en luchas entre personas, entre personas y animales salvajes y por último en descuartizamiento de animales, todo como una manera de "entretener" al (¿respetable?) público. Estos "eventos", en los que los hechos sangrientos y hasta la muerte dolorosa de los vencidos eran ingredientes necesarios y muy valorados, eran regulares -con fecha preestablecida-, masivos, y constituían ámbitos de actividad establecidos y respetados, tal como ocurre con los deportes modernos. Tales prácticas se remontan a las más antiguas civilizaciones, pero continúan -aunque en franca decadencia- hasta nuestros días: recuérdese las muy legales del toreo, el box y otros "deportes" semejantes y las ilegales de las peleas de gallos y otros animales.

Según estos autores, que documentan abundantemente sus asertos, también los ajusticiamientos -de delincuentes y brujas- fueron considerados, en toda la Europa medieval y hasta bien pasada la revolución Francesa, como ocasiones cuasi festivas, espectáculos interesantes y principalmente emocionantes. Cuentan que cuando las autoridades decidieron realizarlos sin público como una manera de "suavizar" las costumbres, ante el clamor popular se vieron en la obligación de reemplazarlos por descuartizamiento de animales, realizados en público, en las plazas, con entusiasta participación popular, que proveía de perros, gatos y otros animales menores, y que luego gozaba del espectáculo y se peleaba por colaborar activa y alegremente.

En uno de los libros recién citados, "Deporte y ocio..." {28}, formado por varios artículos, ambos autores plantean la tesis directriz de que los deportes, desde sus más lejanos orígenes, constituyen formas reguladas y ritualizadas de expresión de violencia física. Y que la importancia que los deportes primitivos tuvieron en las sociedades que los vieron nacer -formas organizadas de expresión de violencia física- es la misma que ahora tienen: permitir la vivencia de emociones fuertes, con descarga de adrenalina frecuente, lo que constituye una motivación muy importante para la mayoría de la gente.

Otra tesis importante defendida por ellos es que, contrariamente a lo que se sostiene en medios académicos y periodísticos, los niveles de violencia expresados en ellos han sido fuertemente decrecientes a lo largo del tiempo, cada vez más regulados y cada vez menores. Esta disminución constante coincide, para ellos, con el aumento del grado de civilización de las sociedades.

Por otra parte, la tesis central del libro de Elias "El proceso de la civilización" {29} es que este proceso consiste, fundamentalmente, en un cambio de mentalidades, el que a su vez se debe a un gradual suavizamiento de las costumbres -léase "disminución del grado de violencia y de la libre expresión de los instintos"-, para el cual ha sido necesario un constante aumento del control mutuo y, principalmente, del autocontrol, lo que se ha traducido en niveles permitidos de violencia constantemente decrecientes. Demás está decir que coincidimos con la generalidad de estas teorías, con sus fundamentaciones históricas y con las tendencias que de ellas se derivan. No nos parecen tan claras sus nociones de «figuraciones», ni menos el papel de causas de los cambios antedichos que los autores les asignan.

La relación entre deporte y violencia física parece no limitarse a las ya expresadas. Dunning declara abiertamente:

"El deporte, la guerra y las emociones talvez parezcan el saco viejo donde se guardan los temas olvidados, pero si reflexionamos un momento sobre ello veremos cómo se traslapan entre sí. Así, el deporte y la guerra implican tipos de conflicto que se entrelazan sutilmente con formas de interdependencia, cooperación y formación de grupos «nosotros-ellos»."

"Además, ambos pueden despertar emociones placenteras tanto como dolorosas y conllevan una compleja y variable mezcla de comportamiento tanto racionales como irracionales. Asimismo, la existencia de ideologías diametralmente opuestas que resaltan, por un lado, que el deporte podría ser un sustituto de la guerra (19) y, por otro lado, que es un vehículo ideal para el entrenamiento militar porque acrecienta la dureza y la agresividad de quienes participan en él, apunta aún más hacia la naturaleza homóloga y tal vez la interrelación de las dos esferas."

Cita al pié de página (19); "También se ha señalado muchas veces, desde luego, que el deporte podría constituir un sucedáneo de la delincuencia."[6]

Pero la violencia no es exclusiva de quienes juegan, también se extiende a los espectadores. Este mismo texto recién citado contiene un artículo entero dedicado al tema, "La violencia de los espectadores en el fútbol"[7], el que también contradice la opinión generalizada: esta violencia sería fuertemente decreciente, al considerarla tanto en la perspectiva de los últimos decenios y como desde el comienzo de la masificación y mundialización de estos espectáculos.

Ambos autores destacan el hecho de que los deportes que mayor entusiasmo y adhesión concitan en el público son aquellos que permiten -y hasta facilitan- el ejercicio de la violencia física, con la sola excepción del box actual, el que, por lo demás, también ha tenido períodos de extrema popularidad.

Después de todo lo afirmado, con indudables bases históricas, por ambos autores, cabe preguntarse si los deportes, sin excepciones, realmente constituyen herramientas valiosas para "edificar" a la juventud y mejorar la convivencia en la sociedad. Talvez sea necesario investigarlos más, por separado, y luego de ver los resultados determinar cuáles son los que verdaderamente lo consiguen y cuáles son los que inducen mayor placer por la violencia institucionalizada. Por último, estudiar el modo en que aquellos que resulten más dañinos pudieran modificarse para mejorarlos.

III.2.2.-Ética Primitiva y estados emocionales turbulentos.

Por el sólo hecho de que la violencia física forme parte integrante de la Ética Primitiva ya vale la pena analizar, aunque sea brevemente, la participación de las que hemos llamado «emociones turbulentas» o «estados emocionales turbulentos» (A-II), y en especial, de los que llamamos «estados emocionales de agresión», tanto los de ataque como los de defensa.[8]

Dado que el uso de la violencia implica necesariamente la participación de al menos dos personas -o de una persona y "cosas" que se "personifican", en la violencia con cosas-, resulta obvio que los episodios de expresión de Ética Primitiva, salvo casos de excepción, traerán consigo la vivencia de estados emocionales turbulentos, tales como la ira, la rabia, miedo, pánico, dolor físico y fuerte humillación, entre otras.

Una de las excepciones es la que se suele producir cuando el ejercicio de la Ética Primitiva se institucionaliza hasta transformarse en mera rutina para quien la aplica. Al menos dos personas conocidas nuestras que sufrieron torturas durante la dictadura militar en Chile nos han contado que varios torturadores aplicaban sus "métodos" con asombrosa tranquilidad, sin asomo de rabia o ira, hasta con algo de lástima y de cierto aburrimiento por tener que continuar con una tarea rutinaria y físicamente "cansadora". Estos torturadores mostraban mucha satisfacción por la llegada de su hora de colación, y además muy romolones para reiniciar su "trabajo".

Otra excepción es la que se presenta en las relaciones sado-masoquistas, en que los participantes no sufren, gozan de la violencia, tanto de la que aplican como de la que son objeto, según el caso.

Consideramos que no se requiere de mayores explicaciones para afirmar que en una de las formas de uso de la Ética Primitiva -la de dominante a sumiso- se dan relaciones complementarias -en el sentido de Bateson y Waztlawick- entre el que aplica la violencia y el que la sufre, tal como se da entre el dominante y el sumiso de un episodio vivido en el modo autoritario. En ambos casos, para que uno de los actores cumpla su papel se requiere que otra persona -o cosa personalizada- cumpla el otro papel, aún cuando uno de ellos se vea forzado a realizarlo.

La otra forma de uso de la Ética Primitiva, la que llamaremos «pelea», sinónimo de lucha, contienda, combate, etc., es la que se produce entre actores que tratan de dominar al otro por medio de la violencia en episodios en que la supremacía de uno de ellos no está claramente establecida. Es la relación simétrica -en el sentido de Bateson y Waztlawick-, que puede comenzar con leves altercados, para crecer en escalada hasta alcanzar los máximos límites de la violencia.

Ambas formas pueden derivar de una a la otra. En la pelea, el que consigue debilitar al contrincante -física y/o psicológicamente- hasta el punto de que deje de atacar y comience a defenderse -o sólo a protegerse-, en inferioridad de condiciones, puede continuar castigándole en situación de dominación y/o castigo.

Por otra parte, una situación de dominación y/o castigo puede derivar en pelea ante la rebeldía del que fuera inicialmente sumiso. Es el equivalente de la rebeldía autoritaria -del sumiso frente al dominante-, y ambos son ejemplos de la escalada cismogénica simétrica -en el sentido de Bateson y Waztlawick-.

En la Ética Primitiva, tal como en el Autoritarismo, es común observar la rebeldía pasiva, situación que se caracteriza por el hecho de que la víctima se obstine en no mostrar dolor, arrepentimiento ni intenciones de cambiar las conductas que provocan los castigos: soporta estoicamente, con rabia contenida pero evidente, y preparándose interiormente para reincidir "mejor", de modo de no volver a ser descubierto. El castigado puede llegar a estar de acuerdo con que "merece" el castigo por lo que hizo -como un pago, con el que "salda la deuda" de la infracción-, y su rabia suele deberse a autorecriminaciones por los "errores" que permitieron que lo descubrieran.

Esta rebeldía pasiva es muy característica de los delincuentes que ya han asumido su calidad de tales, los que consideran a los episodios de detención y condena como parte de su destino o su "trabajo".

Hemos mencionado aquí varias características de la Ética Primitiva que, a nuestro juicio, también se dan en el Autoritarismo, sin haberlas mencionado cuando vimos el esquema de Piaget, y esto por cuanto este autor no las estudia ni investiga, aunque menciona de pasada algunas de ellas.

En la descripción de las características de la Ética Primitiva -y también del Autoritarismo- hemos hablado de dos participantes, uno dominante y otro sumiso o rebelde, pero destacamos que es muy frecuente la ocurrencia de estos episodios con más de un participante para cada rol, siendo más corriente el caso de un dominante con varios sumisos y/o rebeldes. También se da el caso de dominancias en escala, de acuerdo a las escalas jerárquicas de las instituciones -formales o informales- en las que se producen estos episodios. Lo hemos hecho para facilitar la exposición, pero basta con aplicar lo dicho en esta aclaración.


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Notas del Capítulo III Parte 1



[1] Véase Piaget, J. "El criterio..." {1} ps. 210 y 211. Énfasis nuestros. Hemos optado por incluir completa esta cita, a pesar de su longitud, para mantener el contexto en que cada una de sus afirmaciones fue expuesta.

[2] Hemos dicho "en casi todas las instancias en que se "instruye" a los miembros de las fuerzas armadas, de orden..." etc. porque tenemos noticia de que dicha instrucción impartida en Suiza y en Suecia sería realizada en condiciones tales que no fomentaría la aparición de esta Ética Primitiva.

[3] Hemos hecho consultas con amansadores de Chiloé, Punta Arenas, Puerto Montt, Osorno, Valdivia, Concepción, Chillán, Talca, Rancagua, San José de Maipo, La Serena, Copiapó y también de Chungará y de Caspana -interior de Calama, que amansan llamos- con idénticos resultados: los golpes y privaciones "ayudan", según los amansadores, en el proceso, son incluso indispensables. Recordamos que, cuando niños y sin saber aun lacear animales, bastaban cuatro terrones de azúcar para que el caballar más chúcaro aprendiera a reconocer nuestro silbido, acudir desde muy lejos y a aceptar el lazo al cuello: éramos severamente reprendidos por este procedimiento indebido, porque "les echaba a perder los dientes". Pero no nos cabe duda, otros pocos terrones y unas caricias servían para poder montarlos y adiestrarlos, sin ningún golpe. Al parecer, los terrones eran rápidamente asociados con las caricias, porque bastaban cuando se terminaba la provisión de azúcar. Posteriormente aprendimos que un puñado de maíz era tan bueno como el azúcar, y además servía para vacunos y cerdos, sin averiar dientes. Ante estas evidencias, los amansadores de la época descalificaban este método suave porque "así no era gracia" y "así no se hace". Tuvimos que reconocer que caballares "amansados" así no corcovean al montarlos.

[4] Serendipia: descubrimiento sorpresivo, fortuito, no buscado.

[5] Véase Elias, N. "El proceso de la civilización" {29}, y de Elias, N y Dunning, E., "Deporte y ocio en el proceso de la civilización" {28}.

[6] Véase Elias N. y Dunning, E. "El ocio y..." {28}, p 13.

[7] Véase Elias y Dunning, op. cit., ps 295-322.

[8] Véase Chacón P. "Etico-política" {20}.