Nombre: Patricio Chacón Moscatelli
Ubicación: Providencia, Santiago, Chile

Ingeniero Civil Mecánico (E) de la U. de Concepción, Egr. 1967, Maître en Cienc. Sociales, Mención Etica, Arcis Paris XII Val de Marne, 1998, dos hijos, uno de ellos con fuerte retraso mental. Por favor ignorar los "datos" del horóscopo y del año zodiacal. Los agrega el programa, sin mi permiso.

viernes, marzo 31, 2006

Tesis Capitulo III Dos Modos .... -Parte 3

III.4.-El Individualismo y la Ética Primitiva, ¿son «modos ético-morales» diferentes?.

Dado que los modos tienen la característica de presentarse en mezclas (Cf. Cap.II.7.4, Coexistencia de los modos) puede caber la duda de que las tipificaciones de nuestro presunto modo, el Individualismo, sea una expresión de estas mezclas. Por ejemplo, que sea la mezcla del uso del análisis crítico propio -típico de la autonomía- como una expresión de este modo, junto con la actitud ego o sociocéntrica frente a las consecuencias que puedan sufrir otros -típica del autoritarismo- como una expresión de este otro modo, en mezcla de ambos. Y que las diferencias entre la Ética Primitiva que proponemos con el Autoritarismo de Piaget no justifican definir dos modos.

Para obtener buenas respuestas deberemos aclarar, una vez más, una cuestión previa: ¿qué entendemos por «modo ético-moral»?. Los modos son de esa clase de cosas que "son", que no se pueden inventar a voluntad, como las canciones.

Piaget los plantea como el conjunto de maneras recurrentes de entender, justificar y realizar las acciones humanas, siempre relacionadas con otros seres humanos, así como de la "calidad social" de dichas relaciones, muy fuertemente determinada por el modo que se use o predomine en un determinado ámbito de actividad. Y los modos que expone son aquellos que observa que las personas usan. Porque puede diferenciar esas maneras generales, unas de otras, por sus características. Cada modo lo define en base a la abstracción de características comunes de muchos casos particulares, todos distintos entre sí, únicos e irrepetibles. Pero encuentra semejanzas en grupos de casos, grupos formados por casos con características que son comunes. De esos grupos "salen" o se deducen los modos.

Al aplicar los planteamientos de Piaget a los comportamientos que otros autores calificaban de "relativistas" -y que además podíamos distinguir y observar en la vida cotidiana- es como pensamos en la necesidad de diferenciar el individualismo como modo distinto: los individualistas aplican algunas de las maneras de pensar y actuar de los autónomos -para seguir con el mismo ejemplo, en la manera en que entienden y aceptan las reglas-, pero también otras de los autoritarios -en el no hacerse responsables de lo que les pase a los otros con sus acciones, o simplemente ignorarlo-.

Lo que más nos resaltaba de estos comportamientos era la enorme diferencia en los resultados sociales de sus acciones, los que también pueden distinguirse de aquellos de los otros modos. Condición que, como veremos, también justifica adecuadamente la aceptación de la Ética Primitiva como un modo diferente del autoritarismo.

Pero la razón fundamental que nos asiste es que creemos que no se trata de una mezcla de los dos modos, puesto que sus características se pueden observar en acciones singulares, en una misma acción, con recurrente frecuencia. Una mezcla de modos implica necesariamente una secuencia, por rápida que sea.

Primero, un comportamiento o actitud completamente autoritaria y luego otra completamente autónoma.

Nótese que se trata de una secuencia de comportamientos, cada uno con diferentes características en lo que a modos se refiere.

Caso diferente al de la expresión de un modo, en una sola actitud o comportamiento, de dos características simultáneas de la misma actitud o comportamiento. Por lo tanto, pensamos que es válido afirmar que las características del Individualismo que hemos descrito no corresponden a ninguno de los otros dos modos.

Y que estamos en presencia de un modo diferente a los dos antedichos, de transición entre ambos.

Con respecto a la Ética Primitiva, pensamos que existen al menos dos clases de razones para aceptar este tipo de actividad ético-moral como un modo diferente al autoritarismo.

Una de ellas es la que toca a la ya mencionada diferencia de efectos sociales que el uso de cada modo provoca.

Pensamos que no puede caber dudas acerca de estas diferencias:

con el uso de la violencia física como forma lícita de relación social -de resolución de conflictos, de determinación de la jerarquía y "clase" de las personas, entre muchas otras- es posible la existencia permanente y justificada de la esclavitud, de la tortura, de los sacrificios rituales, de las "sociedades carcelarias", de las organizaciones delictuales -"privadas", como el Klu-Klux-Klan, u oficiales, como la DINA y el CNI, y probablemente también la CIA-, las organizaciones militares y militarizadas -formadas por personas "mejores" mientras mayor capacidad de matar tengan, sin que los maten-, y de las guerras -que no terminan de acabarse-, la violencia intrafamiliar y la "didáctica", todas "instituciones sociales" que usan sistemática y permanentemente la violencia, y de tantas otras expresiones de uso privilegiado de la violencia física.

La otra clase de razones que nos parecen importantes es la que se refiere al cambio cualitativo del paso de un modo al otro.

Creemos que el cambio desde la Ética Primitiva -de la aceptación de la superioridad de un otro por miedo a su violencia- al autoritarismo -la aceptación de la misma superioridad pero por reconocerle mejores cualidades, tales como mayor capacidad o sabiduría, o por mezcla de esto con cariño-, es un cambio mayor, que constituye un claro avance evolutivo, lo que justifica considerar que la Ética Primitiva es un modo diferente.

Por más que pensemos que el mejor de todos los modos es la autonomía, no podemos dejar de reconocer que el paso de la violencia física a la violencia psicológica -que consideramos lo fundamental del autoritarismo- marca una diferencia trascendental en la calidad de vida de las personas. Y en lo que llamamos calidad social de un grupo humano. Que este cambio puede y debe ser considerado como un avance evolutivo. Tal como lo es para los niños pequeños, el poder relacionarse sin tener que pelear a golpes, sólo con palabras y/o gritos -por desagradables que puedan ser estas peleas- implica un avance muy grande. Que entiendan con palabras, sin tener que pegarles, siempre ha sido considerado importante.

Y por último, la "desaparición" de las iniciaciones rituales y el 'fuerte sometimiento al grupo de elegidos del que el sujeto se siente parte', características de la Ética Primitiva -y que promueven las formas más extremas de los fundamentalismos, los más violentos- cuando se cambia al autoritarismo, también nos parecen suficientemente significativas para que distingamos un modo del otro.

Vale entonces diferenciar las conductas guiadas por estas dos clases de "justificaciones" -la violencia física y la violencia psicológica- como dos modos diferentes. Sobre todo, porque pueden servir para resolver dos tipos de problemas societales claramente diferentes. Puede objetarse que ambos tipos de violencia -la física y la psicológica- se diferencian sólo en el grado, y que pueden ser tan dañinas una como la otra. Pensamos, con Piaget, que las diferencias de grado implican diferencias de cualidad cuando son significativas, y que las diferencias entre ambas violencias si son significativas. Sobre todo para quienes las sufren.

Por todo lo dicho, pensamos que bien vale la pena considerar que los modos propuestos son modos diferentes de los anteriores, y que las dificultades que pueda significar diferenciarlos se justifican plenamente, por cuanto, al hacerlo, talvez podamos ayudar a la solución de muchos de los problemas más graves que su permanencia actual pueda suscitar.

III.5.- La evolución ético-moral ampliada.

Al aceptar como modos válidos a la Ética Primitiva y al Individualismo, es necesario ingresar ambos modos a la secuencia de aparición de los modos, la llamada evolución ético-moral de las personas.

Recordemos la secuencia planteada por Piaget, que hemos expuesto en el Capítulo II, pág 68.

a.- Anomía, pre-ética y pre-moral, desde el nacimiento.

b.- Heteronomía o autoritarismo, desde la aparición del lenguaje.

c.- Variante de la Ética Primitiva, desde inicios de la pubertad.

d.- Autonomía ético-moral o moral democrática, desde inicios de la pubertad.

Al incluir los dos modos que proponemos, con las caracterizaciones que hemos planteado y de acuerdo con la evidencia obtenida en nuestras Investigaciones Exploratorias (Cap IV), la secuencia de aparición de los diferentes modos -la evolución ético-moral individual- sería la que sigue.

a.- Anomía, pre-ética y pre-moral, desde el nacimiento.

b.- Ética Primitiva, junto al logro de posición de sentarse solo.

c.- Heteronomía o autoritarismo, desde la aparición del lenguaje.

d.- Individualismo, desde inicios de la pubertad.

e.- Autonomía ético-moral, moral democrática o de cooperación entre iguales diferenciados, desde inicios de la pubertad.

Cabe destacar que algunos de los aspectos constitutivos importantes de la Ética Primitiva, la fuerte sumisión al grupo de elegidos y el sentimiento fuerte de pertenencia a dicho grupo, así como el mesianismo asociado a ellos, sólo podrán surgir cuando la persona adquiera y desarrolle las nociones y herramientas intelectuales que los hagan posibles. Pensamos que esto será factible sólo desde comienzos de la pubertad -el período que consigna Piaget-, el que marcaría un recrudecimiento de la Ética Primitiva, la que podría comenzar su agudización a partir de este período para alcanzar su máxima expresión desde la adolescencia.

Sin embargo, grupos de niñas y niños pueden desarrollar parte de las características mencionadas de este modo mucho antes, si no media intervención adulta con otros modos, como parece ocurrir en orfanatorios y grupos de menores abandonados.[26]

Por supuesto, a la secuencia de aparición antedicha debe "agregársele" la secuencia «práctica-reflexión» debida al dècalage o desfase detectado y caracterizado por Piaget, conformando la evolución compleja que ya hemos explicado.

Para facilitar la comprensión de la compleja evolución ético-moral completa -con el desfase de Piaget y con los modos que proponemos incluidos-, así como la coexistencia de los diferentes modos en una misma persona -para diferentes ámbitos de actividad-, hemos preparado un pequeño cuadro de los modos que una persona adulta actual puede usar. Es el que sigue.

Cuadro de modos que usa un adulto actual, en diversos ámbitos de actividad, en el curso de un mes.

Ambito de Actividad
Anomía Ética Primitiva--Heteronomía----Individualismo---Autonomía
-------Práct/Reflexión--Práct/Reflex.--Práct/Reflexión--Práct/Reflexión

1. Interior de planta nuclear, desconocida, sin guía.
---X

2. Detenido en cárcel, por segunda vez
----------X

3. Participa en pelea de box, es boxeador por dos años ya.
------------------X

4. Comienza tratos comerciales con Institución Religiosa, muy jerarquizada
--------------------------X

5. Mantiene antiguos tratos comerciales con Institución de la Defensa.
----------------------------------X

6. Inicia relación con grupo de pares, que usan el individualismo en el grupo.
-------------------------------------------X

7. Relación en su empresa, muy neoliberal.
---------------------------------------------------X

8. Inicia participación en grupo de investigación científica.
-----------------------------------------------------------X

9. Participa en antiguo grupo de discusión filosófica.
-------------------------------------------------------------------X


Pensamos que con esquemas tan simples como éste y con algo de práctica, es posible distinguir los modos que usa cualquier persona en su vida cotidiana, lo que probablemente cubrirá desde el autoritarismo hasta la autonomía, en las dos fases.

Si se agregan situaciones hipotéticas, pero que son factibles de vivir por esa persona, entonces con seguridad se cubrirán todos los modos, en ambas fases -práctica y reflexión-.

III.6.- Las condiciones para la aparición de los modos.

Gran parte de lo que aquí exponemos es el resultado de aplicar el paradigma piagetiano propuesto al análisis de la realidad social que observamos, así como de la breves constataciones de nuestras Investigaciones Exploratorias. El resto ha sido extraído del texto de Piaget y/o de otros autores, siempre usando el prisma del sistema conceptual propuesto.

Los modos ético-morales -cada uno de ellos- son formas de relación que surgen espontáneamente en los seres humanos, pero que, dependiendo de diferentes condiciones y características del medio social en el cual evoluciona la persona, pueden aparecer con fuerza, mantenerse o desaparecer en cuanto forma de relación -salvo la anomía infantil, que vendrá siempre junto con nacimiento-.

Obviamente, no podremos evitar que todos los niños tiendan a pelear, con violencia física o Ética Primitiva, cuando son muy pequeños, pero la intervención adulta sistemática contemporánea puede terminar por inhibir casi por completo el uso de tal violencia como forma lícita de relación. Lo mismo ocurrirá con el modo autoritario -todos los niños pasarán por esa fase, eso es inevitable-, pero podremos disminuir el grado de autoritarismo a un mínimo por un período mínimo si entendemos lo que le está pasando al niño autoritario, y le damos condiciones favorables para que salga pronto de ese modo. Otro tanto puede pasar -y pasará, si las condiciones sociales son favorables- con el inevitable Individualismo juvenil.[27]

En otras palabras, todos los modos son parte de la naturaleza humana,[28] desde la anomía hasta la autonomía. Por supuesto, los que aparecen antes -los más arcaicos, en este sentido- son los que surgen solos, sin ayuda de nadie. Y los que se mantienen, si nadie ayuda a que desaparezcan. Los más complejos y que requieren de formas de razonar más difíciles de alcanzar -como la autonomía- sólo surgirán si el medio social lo facilita. No habrá personas democráticas si crecen y llegan a adultas siempre en una sociedad carcelaria.

Vale recordar, de paso, que la adquisición de los primeros modos, así como el subsecuente aprendizaje de los siguientes, son, en su oportunidad, valiosos avances evolutivos con respecto a los modos precedentes, y que las dificultades que deberán vencerse para conseguir que los niños y jóvenes vayan avanzando son los necesarios dolores del crecimiento.

De aquí que pensamos que la correcta determinación de las condiciones que favorecen o inhiben la mantención de los diferentes modos, así como de las condiciones que fomentan el paso al modo siguiente -más evolucionado, más complejo y difícil de lograr-, puede ser una herramienta de vital importancia para lograr modificar intencionalmente la calidad social de los grupos humanos. Las sociedades actuales son el resultado de una evolución espontánea, no planificada por nadie. Talvez podríamos civilizarnos más rápido si nos lo proponemos, porque ahora tenemos las herramientas para conseguirlo: las que dejó Piaget.

De todo esto deriva la importancia que asignamos a este apartado.

III.6.1.-Período pre-ético y premoral o de anomía.

Para esta fase pensamos que cabe distinguir dos situaciones características en las cuales se presenta este modo ético-moral, la anomía infantil y la anomía por desconocimiento, obviamente, ambas del todo espontáneas.

III.6.1.1.- La anomía infantil.

Esta fase se produce siempre, inevitablemente, en todas las personas, durante la primera infancia, y para todos los ámbitos de actividad del infante, y corresponde al período en que el estado de desarrollo del niño, tanto físico como psicológico, sólo le permite respuestas instintivas y no reguladas. Se da también, de la misma manera, en adultos -biológicamente hablando- con limitaciones psíquicas o de socialización tan fuertes como para ser, en este aspecto, comparables a niños muy pequeños.

III.6.1.2.- La anomía por desconocimiento.

Se puede observar que personas ya crecidas y hasta adultas puedan actuar con este modo en aquellos ámbitos de actividad que desconocen por completo. En ellos su actividad no estará regulada, por el desconocimiento de las reglas propias de ese ámbito, y durante el tiempo que la persona requiera para conocer las reglas habituales correspondientes. Habitualmente esta anomía por desconocimiento resulta de corta duración, la que depende de la calidad de las comunicaciones que la persona pueda establecer con el medio social, puesto que las otras personas se encargan de instruir rápidamente a los novatos.

De la descripción anterior se deduce, obviamente, que este tipo de anomía puede presentarse en cualquier persona y a cualquiera edad, pues siempre cabe la posibilidad de que existan ámbitos de actividad desconocidos para ella. Similar resulta la deducción de que, a mayor edad y a mayor variedad de actividades de una persona dada, menor será el período necesario para que ella aprenda las reglas básicas de actividades desconocidas y/o las deduzca por similitud con situaciones conocidas antes, saliendo más rápidamente de esta anomía.

III.6.2.- Período de la Ética Primitiva.

Luego de realizar nuestras investigaciones exploratorias al respecto, creemos que la Ética Primitiva surge en dos fases, tal como ya hemos adelantado. La primera y más arcaica, es la Ética Primitiva infantil, desde el período en que se logra la posición de sentarse solo, mucho antes del lenguaje y aún antes de que se alcancen las primeras etapas de la autolocomoción o gateo, que puede ser considerada como espontánea, con las reservas que veremos más adelante, y luego la fase de la Ética Primitiva de la pubertad, la que puede tomar cuerpo a partir de diversas condiciones, dos de las cuales -las dos últimas- pueden ser consideradas como impuestas por el medio social. Pensamos que vale la pena distinguir, al menos, las siguientes Éticas Primitivas de la pubertad:

a) Ética Primitiva "espontánea".

b) Ética Primitiva por iniciaciones rituales.

c) Ética Primitiva por entrenamiento.

d) Ética Primitiva por prisión.

Las analizaremos en este mismo orden.

III.6.2.1.- Ética Primitiva infantil.

Los más precoces indicios de Ética Primitiva se pueden observar aún antes del comienzo de la autolocomoción o período del gateo, tan pronto los infantes son capaces de mantenerse sentados.

Efectivamente, en nuestra Investigación Exploratoria (Cap. IV) pudimos comprobar que los infantes recurren ocasional pero recursivamente a formas violentas de relación, en la solución de los conflictos de intereses que ya a esa edad surgen.

Los motivos pueden parecer triviales a ojos de los adultos, pero para ellos el poder usar un "juguete" -cualquier cosa con la que desean jugar-, el ubicarse en un determinado lugar, el comer algo específico, si no les es posible porque "se opone" otra persona -otro niño o adulto- es razón suficiente para que utilicen sus medios de manera sorprendentemente efectiva. Pegan, empujan, rasguñan, muerden, gritan, patean, usan "herramientas" para golpear, con tal de obtener lo que desean. Y si comprueban que estos comportamientos les permiten conseguir lo que desean, se habitúan rápidamente, recurriendo a ellos con creciente frecuencia. Las conocidas -y temidas- «pataletas» pueden ser consideradas como mezcla de agresiones con autoagresiones, con los mismos fines que las agresiones a otros.

Las condiciones para que estos comportamientos agresivos, con uso de la violencia física se "afirmen" -se hagan habituales- son muy simples: basta con que no haya intervención externa que las detenga cuando se producen espontáneamente. Una vez que se han hecho habituales resultan extremadamente difíciles de erradicar, como han podido comprobar los padres cuyos hijos consiguen repetidamente lo que quieren con sus «pataletas»; estas conductas sólo terminan cuando el crecimiento y la consecuente introducción a nuevos y más amplios ámbitos de actividad -con "gente extraña" que se ríe de ellos- conduce a que la presión social los haga avergonzarse de la pataleta.

En ambientes "libres" en que la conducta agresiva -con violencia física- es socialmente aceptada y aprobada -el caso de orfanatorios, los grupos de "niños de la calle", las pandillas- estos comportamientos conducen rápidamente a la segregación del grupo del resto del cuerpo social -que no acepta y/o no aprueba dicha violencia-, y los componentes del grupo adoptan lo que se conoce como "maldad" o "delincuencia" asumidas: ellos sienten que son así, que es su naturaleza, inevitable e inmodificable. Segregación parcial, por cuanto los componentes del grupo consideran al resto de las personas como "ganado" al que es lícito robar, asustar, asaltar, embaucar, etc.: los demás son los "giles" a quienes "se puede trabajar". En estos grupos la jerarquía se define por la capacidad de cada sujeto de aplicar más fuerte y efectiva violencia, manda el que pega más fuerte. La delincuencia infantil y juvenil, creemos, es producto de procesos muy semejantes al descrito.

Los barrios pobres o de extrema pobreza suelen presentar las condiciones antedichas para que se formen pandillas tipo "niños de la calle" aun en niños que "viven con sus padres", y que asisten a una escuela -en la que también hay pandillas-. No es raro que los niveles de delincuencia -infantil y juvenil- sean mucho más altos en estos sectores que en otros menos pobres.

Si se considera "normal" la existencia de barrios así, entonces la Ética Primitiva que allí se desarrolla debería caer en la categoría de «espontánea», en el sentido de "no forzada". Cabe preguntarse si esta Ética Primitiva no es forzada por una sociedad que no da prioridad al hacer los esfuerzos necesarios para evitar las condiciones en que esos niños y jóvenes nacen y crecen. Más aún, en una sociedad organizada de tal manera que -una larga experiencia lo dice- tales "bolsones" de pobreza son inevitables por períodos de duración indeterminada. "Bolsones" tan peculiares que contienen casi a la mayoría de las personas.

Creemos que la existencia, todavía hoy y en casi todo el mundo, de condiciones sociales de convivencia tales, implican en rigor que allí la Ética Primitiva resulta impuesta por el medio social, forzada por circunstancias inevitables para quienes las sufren. Dado el progreso tecnológico alcanzado por nuestras sociedades, las que podrían llenar muy fácil y rápidamente al menos las necesidades básicas de todos sus componentes -bastaría con un poco más de equidad en la distribución de la riqueza que generamos-, constituye además una vergüenza, y la demostración más palmaria de que el nivel de civilización que actualmente tenemos debe ser rápidamente mejorado.

III.6.2.2.- Ética Primitiva de la pubertad.

La observación del recrudecimiento de la Ética Primitiva -de una especie de "refinamiento" o "completamiento" de dicha Ética Primitiva- desde los inicios de la pubertad y no antes de ella hacen suponer que este es un período en el cual las personas serían especialmente susceptibles a desarrollar el completamiento de este modo -tal como los recién nacidos resultan espontáneamente anómicos y los niños devienen heterónomos-, pero con la notable diferencia de que serán las condiciones del medio social las que pueden gatillar esta tendencia o potencialidad.

Cabe destacar que este "completamiento" o reforzamiento de la Ética Primitiva desde la pubertad en adelante -en sus diferentes formas- suele producirse aun cuando las personas que lo sufren hayan superado totalmente las tendencias infantiles a la Ética Primitiva. Sus familias -y el medio social- han trabajado duramente para lograrlo, pero las nuevas condiciones sociales consiguen reflotar hasta niveles extremos la Ética Primitiva que parecía superada.

Veamos algunas de las condiciones sociales que pueden gatillar este recrudecimiento de la Ética Primitiva de la pubertad.

III.6.2.2.1.- Ética Primitiva "espontánea".

Los ejemplos actuales de uso "espontáneo" de la Ética Primitiva de la pubertad son los que demuestran las pandillas juveniles -de diverso grado de "delincuencia"-, las organizaciones juveniles de carácter terrorista y/o fundamentalista, la mayoría de las cuales son secretas, en diversos grados. Otro caso es el de organizaciones de estos mismos tipos que, aunque comandadas por adultos, ejercen gran atractivo entre los adolescentes, los que conforman con frecuencia sus "mejores" y más numerosos "cuadros". Hablamos aquí de las pandillas y grupos que se forman cuando sus miembros se incorporan después de llegar a la pubertad, situación que se produce tanto en barrios pobres como en medios y ricos.

Cabe destacar que el caracter delictual no siempre acompaña a los motivos aducidos para la utilización de la Ética Primitiva. En efecto, existen organizaciones terroristas y/o fundamentalistas cuyos postulados o creencias aparecen como de gran altruismo -son ecológicos, religiosos, deportistas o tienden a lograr el bien común, exigiendo gran generosidad y sacrificio personal-.

Sin embargo, los métodos y formas de relación usados en la consecución de sus fines, considerados por estas personas como lícitos, conducen en breves plazos a la comisión de delitos y atropellos graves de los demás miembros del cuerpo social. Esta es otra muestra de que la calidad social de las actividades humanas depende mucho más del modo ético-moral empleado que de los principios que motivan dicha actividad.

Muchas de las organizaciones antedichas suelen usar también entrenamientos especiales -cuyos efectos veremos más adelante- y las iniciaciones rituales, condición de ingreso prescrito por la cultura del grupo, características de muchas culturas llamadas primitivas. Son las que veremos a continuación.

III.6.2.2.2.- Ética Primitiva por inicialización ritual societal.

La Ética Primitiva también puede ser producto de las iniciaciones rituales realizadas por prescripción de la cultura societal, característica de muchas sociedades arcaicas, también denominadas primitivas, de donde entendemos que Piaget dedujo el nombre que asignó a este modo ético-moral.

Los ritos de iniciación habitualmente contenían pruebas difíciles y muchas veces dolorosas, a las que los o las jóvenes debían someterse y soportar estoicamente, como requisito para ser aceptados como miembros calificados de sus nuevos grupos de pertenencia, ya sea de los cazadores, los guerreros o simplemente, los adultos. La pertenencia a estos nuevos grupos implicaba la "superación" de las antiguas lealtades y reglas de convivencia, asumiendo las del nuevo grupo como de mayor importancia y de carácter inviolable, sacralizadas por los ritos y los juramentos que los acompañaban.

Las características brutales de muchas de estas ceremonias, en las que solía "correr sangre" de los iniciados -a veces hasta por heridas autoinfligidas y/o intencionales- o de víctimas propiciatorias -algunas veces animales criados por los iniciados, y por lo tanto queridos por ellos- justifican el nombre de pactos de sangre que se les asignaba.

Así, los lazos familiares y la regla general de no producir dolor a otros -como ejemplos- debían ser "superados" por los iniciados en beneficio de su lealtad irrestricta con su grupo de pertenencia. La consecución de los fines de estas sectas permiten y hasta obligan al uso de la violencia sin límites -física y por supuesto psicológica-. La renuencia al uso de la violencia se interpreta como signo de debilidad de la creencia o de los sujetos mismos, y su rechazo franco se entiende llanamente como traición.

Estas iniciaciones, habitualmente secretas, obligan a los iniciados a la mantención de dicho secreto sólo entre los miembros del grupo de pertenencia, y calificando la transgresión de esta regla como delación, deslealtad grave, de características similares a la traición pero de tipo verbal en vez de la acción que implica el traicionar.

Aun cuando las creencias generalizadas -del sentido común- suponen que estas expresiones de Ética Primitiva han sido superadas por las sociedades contemporáneas modernas, suelen surgir noticias acerca de prácticas semejantes con bastante frecuencia. Además, este tipo de iniciaciones se mantiene en muchos ritos religiosos, sólo que alterados en su materialidad, pero manteniendo simbólicamente idénticas características psicológicas en su fondo y sentido.

Todavía es muy frecuente la ocurrencia de iniciaciones rituales en las que, aparte de pruebas difíciles y transgresiones intencionales de las reglas ético-morales más importantes -como forma de atestiguar la decisión del iniciado de acatar las decisiones del nuevo grupo de pertenencia sin límites de ningún tipo-, se ingiere cantidades peligrosas de psicotrópicos -alcohol u otras drogas-, o bien, se inducen "trances" de sugestión que "facilitan" la iniciación o son condiciones para ella.

Las recepciones de novatos en universidades y similares, contemporáneas, no están excentas de iniciaciones de este tipo, en las que la violencia -en todas sus formas- adquiere niveles cada vez más preocupantes.

No nos cabe duda que las sociedades que aceptaban la esclavitud mantenían numerosos e importantes ámbitos de actividad en que primaba una fuerte Ética Primitiva. Debemos recordar que no están demasiado lejanos los tiempos en que todavía sus fundamentos eran apasionadamente debatidos. Por último creemos que caben dudas razonables de que esta "institución" haya desaparecido realmente.

Creemos que un replanteo de la historia del género humano, desde sus primeras etapas, utilizando los conceptos del sistema conceptual propuesto pudiera ser muy fructífero y explicar mejor muchas de las incógnitas que hoy persisten -los eslabones perdidos- en las teorías actuales acerca del aparecimiento y posterior desarrollo de las sociedades humanas. Pensamos que la idea de Piaget de que el desarrollo individual repite la historia de las especies -incluida la humana- tanto en su evolución biológica como psicológica es enteramente válida. Nos atrevemos a agregar que otro tanto ocurre con la sociológica, por cuanto creemos que lo psicológico está indisolublemente unido a lo sociológico. Piaget ha dejado testimonio, en muchas de sus obras, de las numerosas evidencias que sustentan estas ideas.

A pesar de lo difundidas que están hoy en día las teorías basadas en la idea del "buen salvaje", las que suponen una prehistoria de sociedades de convivencia armónica y de cooperación, de respeto de todos con todos, creemos firmemente que las primeras sociedades humanas estuvieron basadas fundamentalmente en la Ética Primitiva, sociedades en que este modo ético-moral se expresaba por la ley del garrote y la del más fuerte, como expresiones primarias de un autoritarismo bárbaro, con ausencia casi absoluta de la autonomía ético-moral, tal como ahora la conocemos.

III.6.2.3.- La Ética Primitiva impuesta por el medio social.

Existen, aun en la actualidad, situaciones "normales" -y hasta institucionales- de la vida societal "civilizada" en las que la Ética Primitiva resulta impuesta a las personas, ya sea porque se induce en ellas la Ética Primitiva, de manera intencional y sistemática, o bien, considerando que es inevitable que se produzca y sin intentos de evitarla.

Nos referimos a las capacitaciones que se utilizan para formar a los nuevos miembros de las fuerzas armadas y/o de orden -o semejantes- de casi todos los países del mundo actual, para el primer caso -variante por entrenamiento y a las formas de organización que se generan en las cárceles, reformatorios e instituciones semejantes, también de casi todo el mundo, para el segundo -variante por prisión-.

La característica de impuesta se deriva, lógicamente, de que las personas que ingresan a estas instituciones o que sufren las condiciones equivalentes no institucionales -cualquiera que sea el motivo, que puede no ser impuesto- terminan por vivir inmersos en la Ética Primitiva, obligados por las circunstancias que allí se viven. Los novatos que no son capaces de adaptarse a la Ética Primitiva imperante, o al menos de soportarla, son excluídos con verguenza, se arrancan -desertan-, enloquecen o se suicidan -de diferentes maneras-.

III.6.2.4.- Ética Primitiva por entrenamiento.

Hemos afirmado que la Ética Primitiva se induce intencional y sistemáticamente, en este caso el que se vive en las escuelas matrices o en los sistemas de conscripción -voluntaria u obligatoria- de las fuerzas armadas y semejantes, de casi todos los países del mundo.[29] No queremos decir que la intención y el sistema de instrucción esté pensado por quienes los administran y/o justifican para producir la Ética Primitiva. Más aún, creemos que esas personas no están en condiciones de hacer las distinciones que implica conocer la Ética Primitiva, ni, todavía menos, tienen conciencia de todas las características e implicancias ético-morales que dicha forma de entrenamiento tiene, tanto para los entrenados como para el resto de la sociedad. Muchos de quienes sí se dan cuenta de las catastróficas consecuencias de su persistencia, están convencidos que son males inevitables, imposibles de eliminar, o menos malos que no mantenerlos, por el peligro de posibles ataques de los actuales "paises hermanos". Por último, hay quienes piensan que "pueden mejorarse", eliminando los "aspectos malos", sin darse cuenta que si se eliminaran, se desnaturalizarían, dejando de servir para lo que se han usado siempre: matar a los enemigos. Tampoco se dan cuenta que estas instituciones pueden decidir que el enemigo está también entre la gente de su propio país. En Chile hemos vivido ya esta bárbara experiencia, y seguimos sufriendo muchas de sus consecuencias.

Para los militares profesionales, la forma de vida que viven en sus cuarteles -llamada «vida de cuartel»- es la más correcta, diferente de la de los civiles, y sus características -buenas o malas- son para ellos tan indispensables como su misma existencia; muchos piensan que toda la sociedad debería ser militarizada. Para ellos, tal como para el conjunto de la población -con muy escasas excepciones-, la existencia de las fuerzas armadas constituye un aspecto consustancial a toda nación, la que requiere de métodos de adiestramiento específicos, los que existen y se mantienen desde hace mucho tiempo -en los tiempos de los gladiadores romanos ya era muy antigua-, con lenta evolución hacia modos menos violentos, pero que conservan su esencia tradicional.

Lo que queremos decir es que esa forma de entrenamiento produce en sus entrenados modos de relación típicos de la Ética Primitiva, y que esa forma de instrucción se repite intencional y sistemáticamente.

Algunas de las formas en que dichos modos de entrenamiento inducen la Ética Primitiva son los que siguen:

-condiciones de vida orientadas a "endurecer" al recluta, tales como ejercicios físicos exagerados -van mucho más allá del entrenamiento usado en los deportes, incluso los de elite-, levantarse muy temprano, bañarse con agua fría, hacer sus obligaciones en tiempos brevísimos, trato muy violento de los instructores, con desprecio por los sentimientos, los gustos y el cansancio, comida mal preparada y hasta sucia, etc. El recluta "se hará hombre" a cualquier precio. Su deber para con la Patria sobrepasa cualquier otro, en cualquier circunstancia.

-obediencia ciega e inmediata a los instructores -los "superiores" de turno-, sin pensar en posibles consecuencias propias o ajenas, sin consideración de ninguna de las reglas de convivencia habituales en la vida civil. Las reglas las impondrá el instructor a su antojo, cambiándolas a voluntad y repetidamente, lo que debe ser aceptado y ejecutado "sin pensar" y de inmediato por el recluta. El cambio constante de reglas y las normas u órdenes que rayan en lo absurdo sirven para demostrar que éstas no deben ser analizadas ni criticadas, no tienen razones de respaldo y son privilegio del superior. El superior es el representante directo e indiscutible de la Patria: así lo siente su subordinado y los mismos jefes.

-uso y abuso de las «marchas» en formación, manera de desplazarse que tuvo importancia cuando recién comenzó a usarse -las legiones romanas, muy compactamente formadas, "asustaban" a sus enemigos y les bajaban la moral- y que no se usa para batallar en la actualidad, porque así se le da mucha ventaja al enemigo. Sí sirve para que los marchantes "se pierdan" en la formación, transformándose en un engranaje más de la maquinaria que aplastará al enemigo, desechable en sí misma, pero poderoso como parte del grupo del que forma parte: fundamental para la plena consecución de la Ética Primitiva. Muchos consideran que las marchas son una costumbre tonta pero hasta cierto punto inocua, erróneamente, por cierto. Tenemos noticia de que Albert Einstein, apasionado pacifista y antimilitarista, habría comentado que, los que marchan están desperdiciando su cerebro, puesto que, para marchar, basta con la médula espinal.

-uso y abuso de vistosos uniformes y charreteras, complejos sistemas de indicación de rangos, formas de comunicación semi o totalmente criptográfica -solo para los iniciados-, que refuerzan la distinción «nosotros-ellos». Los costos que implican -altísimos- y los esfuerzos humanos que cuestan no tendrían sentido si los militaristas no supieran los efectos que producen. Además, sirven como el más antiguo sistema de marketeo: los niños, madres, novias y buena parte del respetable público gustan mucho de los desfiles, mejores mientras más vistosos y masivos. Despiertan el orgullo patrio en las masas, léase "mejora la imagen" -pública e interna- de las instituciones armadas. Sería interesante abrir debate público sobre las "ventajas" que para el país tiene gastarse las enormes sumas que uniformes y desfiles cuestan. También puede ser instructivo investigar científicamente -con este prisma o cualquier otro- este notable objeto de estudio.

-los reclutas que logren terminar la instrucción -sólo los fuertes podrán hacerlo- ingresan al "grupo de elegidos" que defenderán a la Patria, los demás serán eliminados con vergüenza o quedarán en el camino.

Algunos mueren, en acto de servicio, con honores, o en oscuras e inconfesables situaciones, como el tristemente célebre conscripto Soto Tapia, quien luego de suicidarse, se partió en trozos y se escondió en una cueva, con una porción de sus pertenencias: algunas de sus partes corporales se le extraviaron en el camino, por todo lo cual, obviamente, no mereció honores. Suelen ser separados en grupos para que compitan con otros grupos en "juegos" en los que todo vale. La violencia de los métodos empleados para ganar es una característica deseada y promovida abiertamente. Se trata de que aprendan a atacar y a defenderse "sin misericordia". Los miembros de los diferentes Cuerpos y batallones se autoconsideran como los más aguerridos y valientes de todos, de todo el mundo. Esta autovaloración exagerada -imposible de verificar, positiva o negativamente- sirve para exacerbar el mesianismo del Cuerpo de que se trate, por lo que es promovido y celebrado por los Mandos.

-se recurre a todas las "artes" conocidas para eliminar la norma "civil" de no hacer daño ni producir dolor en los demás, incluso al "método" de criar un pequeño animal -perro o gato- para después matarlo y destriparlo con sus propias manos. El adjetivo «feroces» es considerado como un elogio, talvez el más importante.

-los términos «traición», «deserción» y «delación» se utilizan con las mismas connotaciones indicadas en el punto de generación de la Ética Primitiva por iniciación ritual.

La fortísima Ética Primitiva resultante explica en muy buena medida la facilidad y naturalidad con que los efectivos militares o militarizados han aceptado las órdenes de torturar o "eliminar" a los oponentes o enemigos -y continuarán haciéndolo mientras se mantengan los métodos-, siempre justificando sus acciones como simple "cumplimiento de órdenes superiores" y hasta "cumplimiento de sus deberes", protegiéndose luego entre ellos cuando se investigan estos hechos, llegando al extremo de autoinculparse para proteger a sus superiores y/o a la institución. Este sacrificio de los autoinculpados obliga aun más a la institución a protegerlos y defenderlos a cualquier precio.

Las recientes denuncias de torturas por Carabineros -sólo ahora "descubiertas" por la Superioridad, cuando la "violencia innecesaria con consecuencia de muerte" (nombre legal de la tortura cuando la aplica "la autoridad") se hizo de público conocimiento- son un secreto a voces en las poblaciones, entre los delincuentes, y entre los jóvenes de clase media para abajo, y resulta de una ingenuidad casi infantil suponer que la dictación de "clases de Derechos Humanos" a la Policía Civil está cambiando los "métodos" que han usado por siglos para "hacer cantar" a los detenidos. Otra posible ventaja del sistema nocional que proponemos puede ser la capacidad de detectar la inutilidad de algunos métodos para erradicar los peores efectos de la Ética Primitiva, para no insistir en ellos, además de poder proponer métodos que realmente sirvan.

Existen, en casi todo el mundo contemporáneo, otras formas semi-militarizadas de capacitación, cada vez más frecuentes, constituidas por las Academias de Artes Marciales o de Autodefensa -judo, karate y similares-, las que suelen estar asociadas a los estamentos militares y que, además, implican credos o "filosofías" especiales, y cuyos "egresados" también se sienten como formando parte de grupos de elegidos, con poderes y capacidades fuera de lo común. Creemos que ameritan un cuidadoso estudio, por cuanto cada vez son más los niños que se ven atraídos a estos "estudios" por los mensajes recibidos de las series de acción de la televisión. Algunas de estas series tienen como protagonistas a niños karatecas presentados como superniños.

Es de destacar que las artes marciales -crecientemente establecidas como deportes con reconocimiento universal- incluyen, por su misma naturaleza, la aceptación de la violencia física como medio lícito -y en este caso indispensable- para dirimir la superioridad de los competidores. Paradojalmente, se espera que durante la competencia los participantes no "sientan" enojo u otros estados emocionales agresivos, que sean competencias "frias". Por otra parte, estas "artes" han pasado a ser disciplinas integradas al currículum de las escuelas matrices militares, y en algunos casos, reservadas para las llamadas «tropas de elite».

Existen, en el Chile actual, algunas instituciones que podrían llamarse también «semi-militarizadas», tales como los Cuerpos de Bomberos y la menos conocida Defensa Civil, voluntarios y de muy encomiables fines, de habitual buen desempeño, y las organizaciones de Scouts, de similares características, que incluyen en sus modos de entrenamiento algunas de las condiciones que pueden generar Ética Primitiva. Por supuesto, no existen en estos casos incentivos para el uso de la violencia física, pero persisten varias de las otras condiciones, tales como la organización jerarquizada y el cumplimiento, con muy pocas restricciones, de las órdenes de los superiores, el sentido de pertenencia a un grupo de elegidos, claves secretas para comunicarse, el uso de uniformes y distintivos de rango, la utilización de música marcial y de bandas características, el hábito de marchar, la división en grupos cerrados que tienen nombres semejantes a los militares -como «patrulla»-, la competencia entre dichos grupos, etc.

III.6.2.4.1.- Ética Primitiva y deportes.

La mayoría de los deportes, habitualmente considerados alternativas muy "sanas" de entretención y desarrollo personal y colectivo, incluyen, desde sus mismos reglamentos, fuertes contenidos de Ética Primitiva, y, obviamente, grandes dosis de autoritarismo.

Dejando de lado los cuasi-deportes -más bién dicho "antideportes"- tales como el box, la lucha libre, las "artes" marciales y otros semejantes, en los cuales la victoria se alcanza mediante la disminución o destrucción física del oponente -la negación de lo que se entiende comúnmente como "espíritu deportivo"-, la gran mayoría de ellos son juegos de suma cero, es decir, lo que uno gana lo pierde otro.

Esto implica que se trata de batallas o juegos de guerra que han sido "simbolizados" para disminuir o regular, lo más que se pueda, el daño físico de los contrincantes.[30] Este objetivo se cumple bastante bien en aquellos juegos en que los contrincantes están físicamente separados -como el tenis, el vóleibol, etc.- o en aquellas competencias en que los participantes no se enfrentan ni se tocan, como los saltos y carreras -cada cual salta y corre por separado-.

En los deportes en que existe posibilidad de fricción física, el daño al rival, intencional o por falta de cuidado, está penalizado por los reglamentos, lo que en teoría intenta evitar esos daños. Pero la práctica demuestra ampliamente que las infracciones son utilizadas, hasta premeditadamente, para lograr el triunfo sin fijarse mucho en la calidad socializadora de las acciones requeridas. Por ejemplo, un jugador que comete un penal cuando el gol era inevitable, salvo con el penal, no trepida en cometerlo, y no es criticado por eso, sólo "se le aplica el reglamento" -se le asigna una sanción muy claramente especificada- y el juego continua como si el espíritu deportivo hubiera sido "restablecido" por la sanción. Se dice que "así es el futbol" -o el deporte de que se trate-, y las faltas pasan a formar parte integrante del juego, cuasi lícitas, "sólo merecedoras de la sanción respectiva".

Se usan cuando conviene. Y las barras aplauden a quienes saben usarlas. Hasta se convierten en designios divinos, como la "mano de Dios" que ayudó a Maradona.

El juego violento se convierte en un "estilo" -europeo o latino, según el punto de vista- y la cooperación entre los jugadores para lograr un juego hermoso se limita al equipo propio, cuando no interfiere la necesidad individual de lucirse solo. Los del otro equipo se convierten en los enemigos, contra los que todo vale siempre que el árbitro no se dé cuenta -lo que vea el público o los otros no interesa-.

Una muestra clara de la Ética Primitiva imperante en los deportes es la tendencia preponderante al uso de un lenguaje bélico, con ataques, defensas, estrategias, avances, repliegues, disparos, tiros, contienda, disputa del balón o de un partido, rivales, campo enemigo, artilleros, victorias y derrotas, y un muy largo etc. ¿Cuántos -qué proporción- de los términos habituales en los deportes son "bélicos"? Parece un buen tema para investigar, simple claro y muy decidor.

Si los efectos de los deportes, así vistos, son poco edificantes y no conducen al logro de una vida buena -en el sentido de Russell [31]- en los deportistas que juegan, los que se producen en los aficionados o hinchas de los equipos de los deportes llamados de espectáculo -masivos, como el fútbol y el béisbol- suelen ser todavía peores.

No parece extraño que así suceda, puesto que los hinchas ni siquiera necesitan cooperar entre ellos -una ventaja de los que efectivamente juegan- y sólo se limitan a identificarse con las figuras más destacadas de "su" equipo -los ídolos-, gozando vicariamente con las victorias y los aciertos, sufriendo y amargándose con las derrotas, "vengándose" de ellas por medio de la destrucción de bienes ajenos, promoviendo desórdenes y tumultos en los que afloran las peores características de las turbas: no es raro que terminen en verdaderos linchamientos, hasta con víctimas humanas.

Este fanatismo, ineludible mientras no cambien los "juegos", sus reglas y sus espíritus, se intenta oficialmente corregir o aminorar, muy ingenuamente, mediante el control externo -mucha policía, tanto o más violenta que la hinchada, además "con permiso para atacar" y debidamente entrenada con la mejor Ética Primitiva- y la aplicación de las más drásticas sanciones.

Aceptadas estas consideraciones, asombra la unanimidad de las opiniones respecto de la utilidad social de los deportes espectáculo o de masas. Lo que no llama la atención es que sea "pasión de multitudes", una de las pocas maneras que tiene la gente corriente de dar cuasi-libre curso a sus tendencias a la Ética Primitiva.

Pensamos que todos estos casos ameritan un cuidadoso estudio científico de sus métodos de entrenamiento, sus efectos no deseados pero muy reales y de sus posibles consecuencias, haciendo especial énfasis en el enfoque que aquí proponemos. No nos parece mera casualidad que los instructores de este tipo de organizaciones habitualmente estén relacionados con los estamentos militarizados y que los jóvenes que ingresan a las escuelas matrices militares con frecuencia hayan sido scouts y/o sean muy buenos "deportistas".

III.6.2.5.- Ética Primitiva por prisión.

La vida que habitualmente se vive en las prisiones -tanto las antiguas como las contemporáneas- está regida por reglas o normas ético- morales de clarísima Ética Primitiva. En ellas rigen esquemas ético-morales tan primitivos como la llamada "Ley del Talión" -las culpas se pagan en la misma moneda, por ej., los violadores son violados- y la ley del más fuerte, mantenida por el terror y la fuerza bruta.

Los complejos códigos de reglas de convivencia son observados por los reclusos de manera estricta y sacralizada, con la anuencia implícita -y hasta explícita- de los celadores o gendarmes, quienes "descansan" en ellos para no tener que intervenir en las relaciones entre reclusos, lo que les significaría trabajo adicional, de alto riesgo y de dudosos resultados. No es raro el caso de gendarmes -celadores en Chile- que usan habitualmente idéntica Ética Primitiva: hasta está contemplada en los reglamentos del Servicio de Prisiones, ya que los internos que no se avienen a cumplir los reglamentos y las órdenes -muchas veces arbitrarias y absurdas- son severamente castigados, con penas consideradas corporales, como la reclusión en solitario, o, como suele suceder, "entregarlo" a una celda o "caleta" de las llamadas "bravas", con la implícita insinuación de que pueden hacerle lo que quieran, que nadie escuchará los "ruidos".

Existe numerosa evidencia -tanto científica como artística- del espantoso nivel de salvajismo y brutalidad de los códigos ético-morales imperantes en las prisiones, al parecer en todo el mundo. El hecho de que la barbarie de tales códigos en los países pobres sea semejante a los que rigen en las cárceles de los países prósperos hace pensar que la raíz del problema no está en la cantidad y calidad de los medios disponibles. En todos los países, por igual, las cárceles son consideradas como "universidades del delito", en las que los reclusos "perfeccionan" sus capacidades delictivas en vez de rehabilitarse.

Pareciera haber consenso en que su único efecto benéfico puede ser el de mantener separados del resto del cuerpo social a los delincuentes más peligrosos y recalcitrantes, pero esta ventaja también se entiende, consensualmente, mucho más que contrarestada por todas las desventajas ya mencionadas.

Pensamos que otro efecto útil, muy relativo por lo demás, es el de servir de demostración permanente de lo que ocurre en una sociedad en la que impera la ley del más fuerte o del terror, con pocas restricciones: sería útil a quienes deseen investigar estos fenómenos. Claramente, en la elaboración colectiva de las reglas, valores y códigos ético- morales de las cárceles el único respeto que vale es el de la fuerza bruta sin restricciones, y los efectos del terror consecuente en los que no son fuertes en este sentido. El o los más fuertes -léase «más brutales» o «con mayor capacidad para dañar o matar a los demás»- se erigen en autoridad superior, imponiéndola a los otros. Una especie de autoritarismo brutal, impuesto mediante la fuerza bruta. La ley del garrote, primitiva como el mismo garrote.

En el autoritarismo, el sujeto que acepta las reglas por respeto a la autoridad superior externa lo hace porque siente que esa autoridad es superior a él, y hasta puede temerle, pero el temor es más un resultado que una causa de esa superioridad. Normalmente, el sujeto también siente afecto y hasta amor por quien considera su autoridad superior externa. En cambio, en esta forma de la Ética Primitiva, el temor a la fuerza bruta es la causa fundamental del respeto y aceptación de las reglas -y los caprichos- impuestos, textualmente forzados.

Nos parece muy probable que esta forma de socialización sea la que primero se diera entre los homínidos, y por lo tanto, también entre los humanos primitivos y sus emergentes sociedades. El garrote como argumento puede haber sido esgrimido ya por los trogloditas, con tanta eficacia como lo es ahora por sus descendientes poco o superficialmente evolucionados, socialmente hablando. Si así fuera, esto explicaría el que esta forma de Ética Primitiva resulte espontáneamente en grupos de niños que quedan abandonados sin adultos y que se organizan naturalmente.

Una razón más para dar crédito a esta suposición es que pareciera que, efectivamente, esta forma de organización se produce espontáneamente entre los seres humanos actuales cuando se dan las condiciones necesarias para ello. Podemos citar la experiencia de cárceles simuladas, con estudiantes universitarios. En este caso, los estudiantes actuaban en dos grupos, uno de carceleros y otro de presos, con las atribuciones y obligaciones correspondientes. Al cabo de unos pocos días,la experiencia hubo de ser suspendida ante el asombro y el espanto de sus promotores, puesto que los estudiantes desarrollaron muy rápidamente idénticas costumbres, reglas y hábitos a las que imperan en las cárceles de verdad, tanto de los que hacían de presos como de los que hacían de carceleros. Sus resultados no fueron publicados alegando proteger a los estudiantes que participaban voluntariamente. El único resultado deducible es que las relaciones ético-morales producidas en el experimento dependían exclusivamente de las condiciones generadas, ya que los antecedentes aseguraban relaciones ético-morales previas de entera normalidad: los estudiantes no eran, con certeza, delincuentes ni carceleros, antes de la prueba.

Esta espeluznante e intranquilizadora prueba es citada por un experto en desarrollo y educación ético-moral de intachable trayectoria.

Se trata nada menos que del Dr. Thomas Lickona, en su texto "Educating for character", ya citado, libro dedicado a promover la enseñanza sistemática e integral de la ética en la educación pública.

Otro experimento muy decidor y también relacionado con la persistencia de la Ética Primitiva, mucho más conocido, es la experiencia de Milgram, en la que se estudió el grado en que personas "civilizadas", comunes y corrientes, cumplían instrucciones en un contexto de investigación científica, pero que implicaban llegar hasta la tortura si el sujeto estudiado no se oponía a continuar. Los resultados de diferentes versiones de esta experiencia demuestran que porcentajes muy altos de personas "normales" traspasan las fronteras del daño físico en las condiciones del experimento. Una de las versiones indicaría que las personas que menos se dejan llevar por el cumplimiento de órdenes en nombre de la ciencia son aquellas que han llegado al más alto nivel de desarrollo ético-moral, según la escala de Kolhberg, mientras las de menor desarrollo son cada vez más arrastradas hasta la franca tortura.[32]

Otros ambientes en los cuales nos parece claro que las personas se rigen por normas de evidente Ética Primitiva son los de los prostíbulos y los reductos de delincuentes. A pesar de que en estos ambientes las personas están teóricamente en libertad de salir si lo desean, las condiciones que se dan en la práctica los hacen muy semejantes a las cárceles: la amenaza de lo que pueden hacer los "líderes" con las personas que desertan o traicionan yéndose mantiene fuertemente cohesionado al grupo. Se constituyen así en prisiones sin paredes, en las que se producen casi todas las aberraciones sociales propias de las cárceles, con la misma fuerza y con igual grado de Ética Primitiva.

Existe numerosa literatura -especializada y literaria- acerca de estos ambientes, en la que se da cuenta de las condiciones en que viven allí las personas, y de la que se evidencia la preponderancia de la Ética Primitiva.

Otros ambientes semejantes a las prisiones son los campos de concentración, los que aún persisten, desafortunadamente. Presentan, a nuestro juicio, significativas diferencias con las cárceles, en especial los que son producto de las guerras y sobre todo aquellos generados por guerras civiles de orígenes políticos o religiosos. A pesar de las diferencias, nos parece que en ellos también es posible detectar la aparición de muestras de Ética Primitiva, al menos en una parte de los recluídos, y, por supuesto, en los guardianes.

Los lugares de detención -de todo tipo- en los que se practica alguna forma de tortura física, de público conocimiento o sólo "aceptada" por los integrantes -como la mayoría de las comisarías de policía civil o uniformada-, son también ámbitos en que se muestra fuerte Ética Primitiva. Aunque las instituciones niegan que la tortura forme parte de sus procedimientos habituales, la persistencia de las heridas autoinfligidas por los delincuentes que van a ser detenidos lo confirma: estas heridas sirven para evitar los interrogatorios "fuertes", ya que así son derivados a unidades asistenciales y no a dichos cuarteles.

III.6.2.6.- Ética Primitiva por mezclas de los casos anteriores.

Casi todos los casos se dan, en la práctica, mezclados:

-las iniciaciones se hacen durante la pubertad, incluyen algunas formas de militarización, suelen contemplar períodos de reclusión o apartamiento estricto del resto del grupo social amplio, etc.

-la instrucción militar se efectúa desde la pubertad en adelante, y al menos durante la adolescencia. Los que no comienzan jóvenes demuestran poca capacidad de adaptarse a la vida militar, según declaraciones de los mismos "instructores".

-la instrucción militar se realiza en reclusión o apartamiento del resto de la sociedad, incluye varias de las formas de inicialización ritual -o todas-, los castigos por reclusión franca forman parte de los métodos, etc.

-los deportes, en especial los que permiten el roce y la violencia físicos, se usan como "parte importante" del entrenamiento militar, aduciendo que "endurecen el carácter" de quienes los practican bien, es decir, aplican y soportan bastante violencia. Tal como los usaban ya en la antigua Grecia.

Pensamos que este modo ético-moral está siendo fuertemente estimulado y fomentado -tanto en barrios pobres como en los medios y en los ricos- por los modelos de comportamiento social expuestos en las películas y en las series de televisión llamados genéricamente «de acción», o de otros tipos, en los que se muestra a la violencia y la agresión físicas como generadoras de experiencias gratificantes, y además cuasi o simplemente lícitas.

La observación del recrudecimiento de la Ética Primitiva desde los inicios de la pubertad y no antes de ella hacen suponer que este es un período en el cual las personas serían especialmente susceptibles a desarrollar una Ética Primitiva completa -tal como los recién nacidos resultan espontáneamente anómicos y los niños devienen heterónomos-, pero con la notable diferencia de que serán las condiciones del medio social las que pueden gatillar esta tendencia o potencialidad.

Esta diferencia -que también vale para los modos ético-morales más evolucionados- nos indica que la Ética Primitiva completa no es un modo inevitable tal como lo son la anomía y la heteronomía en las condiciones contemporáneas de normalidad. Estos dos modos -anomía y autoritario- son pasos inevitables y obligados en el curso de la evolución a los siguientes modos, lo que no ocurre con la Ética Primitiva completa.

Más aún, las personas que demuestran operar con Ética Primitiva completa constituyen una marcada minoría de las poblaciones actuales de las sociedades contemporáneas. Dentro de estas minorías, la mayor parte de los que operan con Ética Primitiva lo hacen a causa de condiciones forzadas por el medio social, en diversos grados, es decir, no corresponden a la Ética Primitiva infantil, la única que, en cierto modo, puede ser considerada como "espontánea" o más bien "no forzada" por el medio social.

Esta diferencia entre los dos modos primarios y espontáneos con respecto a los derivados o secundarios y producidos por la influencia del medio social constituye una distinción muy importante entre el desarrollo ético-moral y el desarrollo biológico. En este último, todas las fases son espontáneas en condiciones de normalidad, hasta las terminales. Es esta diferencia la que sugiere que la correcta acción social sostenida podría obtener la disminución del uso de estos modos, tan eficientemente como masiva y concertada sea esta acción. Una buena comprensión de los fenómenos ético-morales, de la evolución individual y de las condiciones en que esta se produce, si se difunde y se aplica masivamente, podría proporcionar herramientas muy importantes para la disminución sostenida y sistemática de los más graves efectos de los modos más primitivos. En especial, de esta terrible Ética Primitiva.

Razón por la cual nos hemos extendido, talvez demasiado, en su tratamiento.




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Notas

[26] Un ejemplo muy conocido de niños –de buena familia- que "desarrollan" la Ética Primitiva –en todas sus características- está magistralmente descrito en el libro de William Goulding "El señor de las moscas" {36} y la película del mismo nombre.

[27] Los dos textos del Dr. Lickona, los ya citados {42} y {43}, muestran una impresionante cantidad de excelentes recomendaciones -prácticas, con fundamentación teórica- que permitirían fomentar la autonomía y disminuir el tiempo y la intensidad con que se dan los otros modos.

[28] «Naturaleza humana» entendida como "características y potencialidades genéticamente establecidas, propias de la especie".

[29] Decimos "casi todos" porque tenemos información acerca de dos países, Suiza y Suecia, en los cuales el entrenamiento militar no reune las condiciones como para producir la Ética Primitiva en los entrenados. En ambos casos, las diferencias no fueron producto del deseo de eliminar dicho modo ético-moral, sino que efectos no deseados ni propuestos, generados por otras razones.

[30] Recordemos que muy semejante es la tesis sostenida por Elias y Dunning en "Deporte y ocio..."{28}, ya citada, con muy abundante documentación. Debemos aclarar que, cuando escribimos las primeras versiones de esta parte, no conocíamos aún el texto de estos autores, nos bastaba con recurrir al esquema piagetiano básico.

[31] Véase Russell, Bertrand, "Elementos de Filosofía" {56}, quien define "vida buena" como aquella en la cual las personas sólo tienen deseos que no perjudican a los demás.

[32] Hemos sabido de las diversas experiencias de Milgram por su mención y descripción resumida en Lickona, "Raising..." {42}.